Disculpá que te vosee, pero es que eso del tú y del usted, así como eso de “sí su señoría” o aquello de “honorable y respetable corte”, me parecen gestos demasiado ceremoniosos y sumamente reveladores de en qué tipo de sociedad aún vivimos. Tan de tiempos de libros apolillados y ropa con olor a naftalina.
Y perdoná que tampoco te llame “general” o en su defecto “mi general” o “El General”. Es por lo mismo que te digo de los tiempos aquellos. Pero sobre todo, por algo mucho más importante. O por lo menos para mí.
¿Querés saber qué es? Lo importante es que hoy, a pesar de ser vos y de repetirnos el discurso, tan igualito a los videos del yutub, aquellos que guardaron para la historia esa certeza que entonces parecías tener, que nunca jamás pasarías por todo este embrollo, que jamás estarías ahí, sentado ante un juzgado. Con unos enormes audífonos que solo vos sabrás si realmente necesitás.
Algunos periodistas, tan mal intencionados ellos, dicen que ya no estás muy bien. Y también dicen que en esa sala, apenas se logra escuchar. Que no fue diseñada para eso. Pero sí que lo fue. Lo que pasa es que, como todo en este país, nada pareciera estar bien diseñado y menos, construido.
Debo confesarte que me da un poco de pena. Yo no tengo nada personal contra vos. Creéme. A esta edad, deberías estar meciéndote en tu silla, tal vez con un gato ronroneándote entre las piernas. O alguno de tus nietos y bisnietos haciéndote sonreír y vos contándoles historias para que se sientan orgullosos de vos. Deberías estar ahí sentado con una mantilla sobre tus rodillas aún sólidas, viendo como lo único que se tiñe de rojo es la tarde. Así como las reglas de la vida suelen acordar.
Por el contrario, estás sentado allí. Eso es lo importante, vos. Que a pesar de que sigás siendo vos, también sos ciudadano de este país. Y que esta vez nos “contaste tu historia” como le dijiste a la jueza, y por añadidura, a todos los guatemaltecos; desde un lugar que nos representa a todos. O que debería. Creéme, tu historia, ni menos tu propia versión de esa historia, es justamente algo por lo que podamos sentirnos orgullosos.
Pero no es cuestión de orgullo de lo que va esto. ¿Ya te diste cuenta de lo que quiero decirte? Lo que pasa es que el telón de fondo de tu historia también está teñido de rojo. Y ese es el fondo del asunto. Ojalá y sólo fuera como el de una tarde cualquiera que se tiñe debido a las múltiples desviaciones que sufre la luz. Como esas que suelo contemplar desde mi bicicleta. Pero no, no es así.
Tal vez sea cierto que necesitás ayuda para escuchar, por eso me tomo el atrevimiento, aún más que el vosearte, de ser literal. Por si aún no te enterás de lo que quiero decirte. Vos, José Ríos también sos ciudadano de este país. Acá vivís, acá convivís. Y eso te da derechos pero sobre todo, obligaciones. Aunque a muchos eso les parezca fútil, irrelevante o hasta subversivo. ¡Qué palabrita! Cuando vos la pronunciás adquiere una dimensión, que no te lo voy a negar, me asusta.
Pero te confieso que me da mucha ilusión el que alguna vez en este país, todos tengamos los mismos derechos. Sobre todo eso. Y que si alguien, por alguno de sus actos cometidos o algunas de las decisiones tomadas en su vida, es citado ante un juez, tal como vos, pueda empezar su relato como lo hiciste. “Le voy a contar una historia” Por eso es que te voseo. Sé que me entenderás y que no debería disculparme por lo que podrías tildar de “atrevimiento” ¿Verdad?
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