Más que si la actitud positiva se debe al consumo de una bebida gaseosa está el hecho que múltiples ocasiones algunas empresas utilizan la publicidad para ocultar efectos nocivos de su productos –como las cerveceras o tabacaleras que patrocinan eventos deportivos, fiestas patrias o la época navideña– o para deducir impuestos –como aquellas que apoyan artistas nacionales o aducen un aporte filantrópico a una organización por la compra de su producto. Esta puede ser una buena introducción para recordar que hace cerca de cinco años debió haberse convertido la Dirección de Atención al Consumidor DIACO en la Procuraduría de Defensa del Consumidor PRODECO tal como lo establece el Artículo 107 del Decreto 6-2003.
La DIACO fue creada mediante el decreto anterior como una entidad dependiente del Ministerio de Economía durante el gobierno del presidente Portillo. Un gobierno que se caracterizó por sus múltiples choques con algunos grupos empresariales tradicionales, originados entre otros por la importación de contingentes de alimentos para estabilizar precios en la economía. El legislativo de la época adoptó para la DIACO un modelo muy conservador y restringido que redujo sus funciones a la intermediación entre proveedores y consumidores, a la verificación de instrumentos de información –como el libro de quejas–, a la formación de consumidor y algunas funciones de normalización y metrología. La capacidad de sancionar económicamente aquellos que flagrantemente abusaran de la buena fe de los consumidores fue muy limitada e iba depender en cierta medida de las políticas que fijara el Ministerio y del presupuesto que este le brindara para llevar acabo sus funciones. Cabe anotar que para realizar acciones de metraje en las áreas de combustibles, energía y telefonía, debía contar con la concurrencia del Ministerio de Energía y Minas o la Superintendencia de Telecomunicaciones y de la Dirección del Sistema Nacional de Calidad del Ministerio de Economía. Es por ello que algunos legisladores propusieron que en el lapso de cinco años, la DIACO se convirtiese en una Procuraduría independiente para lo cual tendría que expedirse una nueva legislación.
A diferencia de lo que piensen los seguidores de Friedman, Hayek y Cía., en la creación de la PRODECO no está en juego el modelo económico o la definición del mismo, pues la Constitución Política dejó muy en claro en su artículo 119, inciso (i) como obligación fundamental del Estado […] la defensa de consumidores y usuarios para garantizar su salud, seguridad y legítimos intereses económicos. De igual forma en el artículo 96 indica que el Estado controlará la calidad de los productos alimenticios, farmacéuticos, químicos y de todos aquellos que puedan afectar la salud y bienestar de los habitantes.
No es de extrañar entonces que la iniciativa que promueve la creación de la PRODECO tenga muchos tropiezos y lleve revoloteando en el Congreso más de cinco años. Imagínese lo que significaría para Guatemala que existiese un ente independiente que pudiese sancionar a las empresas por publicidad engañosa, cobros indebidos, adulteración de pesos y medidas, corte de servicios, el uso indebido de contratos de adhesión o por acaparar, especular o provocar el desabastecimiento con la finalidad de generar alza de los precios. ¿Qué sería de las telefónicas y sus famosos planes, de las tarjetas de crédito que esconden cargos anuales o de los supermercados en donde no coinciden los precios de las góndolas con los de la caja registradora?
No puedo concebir que pasaría con los cobros ocultos o extraordinarios de los colegios, con los importadores que adulteran las fechas de vencimiento de alimentos y medicamentos, con las estaciones de gasolina o proveedores de gas que incumplen con las medidas de volumen y peso, con las aerolíneas que sobrevenden vuelos o abusan de posiciones monopólicas, o los famosos 2x1 de los restaurantes en donde reducen la porción.
Sería ideal que se fuese creado una cultura de responsabilidad empresarial en donde las constructoras garantizaran la calidad de los materiales que utilizan o los tiempos de entrega con que se comprometen; donde las compañías de cable o de internet cumpliesen sus servicios de forma ininterrumpida; donde los paquetes vacacionales de tiempo compartido permitiesen a sus clientes disfrutar de sus servicios en temporada alta; donde los médicos cirujanos se preocupasen un poco más por los implantes que colocan; donde los precios de algunos productos y alimentos como el cemento, el pollo o el azúcar no fuesen manipulados.
Se habla de ser más competitivo, ¿por qué no se comienza por casa? He oído en muchas ocasiones que uno de los problemas de las exportaciones guatemaltecas más allá del precio y la calidad es la responsabilidad del empresario, puede ser una cuestión de costumbre. Es increíble cómo se abusa del consumidor nacional, tal vez por eso una de las razones por las cuales tengan tanto éxito las pacas y los almacenes chinos de ropa es que el consumidor seguramente sabe de antemano qué va a encontrar y que no lo van a engañar.
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