Son 86 ediciones en 108 años de existencia. Sucede que ha habido lapsos de silencio a causa de las tiranías que marcaron impronta en 1922, 1924, 1925, 1926, 1929 y 1945. Ya en el siglo XXI fue suspendida la del año 2020 a causa de la pandemia de Covid-19; sin embargo, resurgieron con más fuerza en 2021, aprovechando todas las innovaciones digitales.
A la luz de una revisión histórica y una mirada crítica desde 1916 (año de fundación), uno se pregunta –y se va encontrando– qué fue y qué es aquello esencial que caracterizó y caracteriza a los integrantes de las Comisiones de Juegos Florales que han logrado mantener incólume el certamen más de una centuria. No reciben pago alguno, no existen puestos remunerados y su trabajo, ad honorem causa (en todo sentido), es arduo todo el año.
Mis hallazgos, luego de un análisis que fue completado por personas conocedoras de la historia del occidente de Guatemala, fueron las siguientes.
1. Capacidad de preparar el futuro descifrando el presente
[frasepzp1]
No es mi propósito acariciar oídos ni hacer sonreír mediante la complacencia. Así, la anécdota que voy a rememorar tiene como sana explicación un sustento a la primera respuesta. En el año 2014 le pregunté a una respetable integrante de la Comisión Permanente cuánto tiempo les tomaba preparar la siguiente edición. Su explicación fue contundente: «Hoy, 13 de septiembre, después del conversatorio nos tomamos la libertad de descansar y a veces reunirnos entre nosotros para celebrar de manera muy sencilla el éxito alcanzado. Los días 14 y 15, a más de participar en las fiestas patrias, vamos discerniendo cada quien cómo fue el devenir del evento y el día 16, a más de haber hecho públicas las bases para el siguiente año, analizamos y tratamos de entender qué podemos mejorar, diseñar, construir o reconstruir para mejor e iniciar el itinerario del siguiente certamen».(1) Es decir, estar juiciosamente en el hoy para preparar mejor el mañana.
2. Fueron y son personas de vida en plenitud
La condición anterior me llevó a recordar que la identidad de un patronato, institución, grupo cultural o similares, nace de una conceptualización integral del ser humano. Así, la Comisión Permanente de los Juegos Florales Hispanoamericanos nació, evolucionó y pervive gracias a la capacidad de sus integrantes para mantener una saludable condición holística y que supieron impregnar en dichos Juegos desde diferentes enfoques del quehacer científico, artístico y literario. Supieron y saben estar alejados de ese contagio que un tratadista llamó «virus que atentan contra la identidad que nos une»(2), y mencionó: «[…] la fragmentación, la superficialidad y la instrumentalidad […]»(3) que aqueja hoy a muchos estratos de la humanidad. Se colige entonces que el núcleo sustantivo de esa plenitud —que los ha mantenido unidos y estables— es el amor por aquello que hacen, y que convierten —sin otro interés que el bien por el bien mismo— en un ágape para la humanidad. Me refiero a esa humanidad sedienta de lo bueno y apropiado frente a las tres grandes vacuidades de la actualidad: Vacío de verdad, vacío de bien y vacío de vida.
3. Capacidad de sembrar hoy en el agostado suelo del posmodernismo
En orden a esos vacíos citados en la última línea del párrafo anterior, hoy podemos definir a la sociedad posmoderna (en su estado de sin realidad y sin futuro), como «[…] un conglomerado ansioso ante los extremismos ideológicos, sectarios, de intentos de uniformidad de pensamiento, de reducción de la diversidad cultural, de despersonalización y de autoritarismos ilimitados».(4) Y Los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango —a modo de antídoto contra todos esos males— se han constituido en Guatemala y el mundo como un escenario de diálogo que invita, inspira, gestiona y le da una mirada universal a la conciencia del ser que convertido en un Homo Viator Literario (hombre y mujer que viaja y lleva la literatura a donde debe llegar) hace y rehace un lenguaje común donde el amor, como una manera primordial de la existencia, no deja de lado la justicia social, la reconciliación y el compromiso del cuidado de la Casa Común que es nuestro planeta. El contenido de los trabajos ganadores, debidamente publicados cada año, dan testimonio de ello.
A manera de colofón: Hay dos adeudos para con los Juegos Florales de Quetzaltenango. Uno corresponde al Estado en orden a su reconocimiento como pilares de la cultura en nuestro país (son conocidos en todos los continentes del mundo). El otro es atinente a esa ejemplar actitud de las comisiones a lo largo de la historia para ser imitadas a lo largo y ancho de Guatemala.
¿Nos atrevemos a superar esos adeudos?
Quetzaltenango va por cien años más.
1 Marroquín, María. (13 septiembre 2014). Quetzaltenango: Entrevista.
2 file:///D:/Fr.-Generals-Talk-August-4-IAJU-Spanish.pdf
3 Ibid.
4 Cita propia adaptada.
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