Uno de los factores más importantes que en 2022 llevó a la victoria electoral a la actual presidenta hondureña, Xiomara Castro, fue su denuncia del corrupto gobierno de su predecesor, Juan Orlando Hernández (JOH). En 2017, JOH forzó su reelección como presidente de la república, generando una crisis política mayúscula y rechazo ciudadano creciente, el cual se agudizó con numerosos escándalos que incluyeron el asesinato de la activista indígena ambiental Berta Cáceres, corrupción y otros. En 2019 las autoridades estadounidenses revelaron que investigaban a JOH y a integrantes de su familia por delitos de narcotráfico. Su hermano fue enjuiciado y condenado en Estados Unidos por esos delitos.
En julio de 2021, en pleno proceso electoral, las autoridades estadounidenses incluyeron a JOH en la lista de actores corruptos y antidemocráticos. Semejante situación fue aprovechada por la entonces candidata presidencial Xiomara Castro y su plataforma electoral del partido Libertad y Refundación (Libre), denunciando la corrupción y los vínculos con el narcotráfico del régimen de JOH. La retórica rayó en la típica «ellos los malos y corruptos, nosotros los buenos y honestos», discurso que fue respaldado por la extradición de JOH a Estados Unidos, donde fue juzgado y condenado por delitos de narcotráfico.
La situación actual de Honduras nos muestra lo peligroso que pueden ser estos discursos, toda vez fácilmente pueden demostrar ser un arma de doble filo. Ocurre que la semana pasada Honduras se ha visto envuelta en una nueva crisis política, esta vez por un escándalo que alcanza al círculo familiar de la actual presidenta Castro y al partido Libre.
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Por un lado, la presidenta Castro le instruyó a su Canciller denunciar el acuerdo de extradición entre Honduras y Estados Unidos, el mismo que usaron para la extradición del propio JOH. Por otro, medios difundieron un video captado en 2013, en el que se puede ver a Carlos Zelaya, hermano de Manuel Mel Zelaya, expresidente y esposo de la presidenta Castro, reunirse y negociar con narcotraficantes financiamiento político electoral para el partido Libre. El escándalo se agudiza cuando Carlos Zelaya, a la sazón Secretario del Congreso Nacional, declara públicamente que el video es auténtico, y que él sí participó en la reunión, alegando que el dinero fue ofrecido, pero no recibido. Además, José Manuel Zelaya, hijo de Carlos y sobrino de la presidenta Castro, renunció al cargo de Ministro de la Defensa Nacional.
Este está demostrando ser un escándalo mayúsculo, que ya genera protestas ciudadanas que exigen la renuncia de la presidenta Castro. Seguramente, un elemento que está alimentando el enojo ciudadano es la desilusión y el desencanto de que, quienes se dieron baños de pureza proclamándose los buenos y puros, en realidad cometieron los mismos delitos que sus predecesores. Por supuesto, aún no hay elementos que vinculen directa y personalmente a la presidenta Xiomara Castro, pero sí a su círculo familiar cercano, su cuñado y sobrino, y muy de cerca a su esposo, el expresidente Manuel Zelaya.
La Hondureña es una crisis política en evolución, y quizá aún es demasiado pronto para anticipar un desenlace. Pero nos muestra con crudeza cómo las narrativas de «nosotros los buenos, ellos los malos» y los baños de pureza tarde o temprano cobran una factura de verdad y realidad. La crisis actual en Honduras nos demuestra lo peligroso que es cuando, por desesperación, necesidad o pragmatismo político, se termina haciendo lo que tanto se criticó y denunció. Y que esto, tarde o temprano, siempre se sabe y sale a luz.
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