En general, los seres humanos quisieran vivir sin sobresaltos en su salud, pero es imposible porque contraer una dolencia está a la vuelta de la esquina. En ese sentido, hay quienes se cuidan y mantienen las precauciones del caso, y quienes no tanto. De cualquier manera, una y otra postura busca evitar postrarse en la cama de la casa o de un hospital.
Hoy se menciona un nuevo flagelo: Nomofobia. Consiste en alterarse por no poder tener el móvil en la mano para navegar en las redes sociales y demás accesos al Internet. El uso del teléfono celular se ha constituido en la mayor adicción de la actualidad y, como tal, acarrea peligros, como cualquier factor que estimula una dependencia excesiva: drogas, juegos de azar o trabajo, por ejemplo.
Obviamente, Antonio Meucci, el verdadero inventor del teléfono, y Alexander Graham Bell, el escocés que se aprovechó de las exiguas finanzas del italiano y patentó como propio el avance tecnológico, no pensaron que el aparato creado en la segunda parte del siglo XIX para colocarse en un lugar fijo, en menos de cien años iba a llevarse en la mano o en un bolso.
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Quienes sí auguraron que el teléfono caminaría junto a un ser humano fueron Mel Brooks y Buck Henry, guionistas de Get Smart, El superagente 86, la popular serie televisiva de los años sesenta. En ella, Maxwell Smart interpretado por Don Adams, entre su equipamiento de espía contaba con un «zapatófono», el cual se activaba en la suela y tacón de uno de sus mocasines. Ese recurso se quedó en la ficción hasta que lo materializó el estadounidense Martin Cooper, cuando en abril de 1973 realizó la primera llamada desde un portátil.
Cooper señala que su invención tiene un potencial ilimitado y que con el correr del tiempo incidirá significativamente en distintos ámbitos. La educación, el comercio, la banca y otras dinámicas sociales lo testifican. También pronostica que se fortalecerá con la inteligencia artificial y que en unos años contribuirá con una mayor atención de las enfermedades. Sin embargo, ha advertido sobre el desmedido uso del móvil y la obsesión que implica para muchas personas.
«Se han quedado atrapadas en el teléfono inteligente. Me devasta cuando observo a alguien cruzar una calle viendo su celular», lamenta el ingeniero. Y es que, si bien, el móvil acorta distancias y coadyuva con la comunicación y la productividad, su irracional empleo atenta contra la seguridad, limita las capacidades cognitivas, levanta barreras en los momentos cara-cara y, al dar pie a la nomofobia, motiva desprotección o indefensión.
No son pocos ni eventuales los accidentes cuando alguien sube o baja gradas, conduce un vehículo, cocina o maniobra una herramienta mientras posa la mirada en la seductora pantallita. Las emergencias derivadas del embrujo del móvil se registran en todos lados y niveles sociales, aunque ya no sea tan impactante la letra de la canción lanzada en 1992 por Los Tigres del Norte: «Háblame cuando haya mucha gente/Pa que todos volteen a mirar/En el carro parezco influyente/Cuando me hablan a mi celular».
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