El 8 de marzo de 2017, además del día internacional de la mujer, en Guatemala es recordado por esta gran tragedia. Desde entonces, solo algunos de los responsables enfrentan juicio, y otros, como el expresidente Jimmy Morales, permanece impune, negando cándida e insolentemente su responsabilidad en este y otros crímenes.
Y es que, encerrar a 56 niñas en un salón de 40.7 metros cuadrados, menos de un metro cuadrado por persona, sin baños, ya es algo criminal. Pero, mantenerlas encerrada...
El 8 de marzo de 2017, además del día internacional de la mujer, en Guatemala es recordado por esta gran tragedia. Desde entonces, solo algunos de los responsables enfrentan juicio, y otros, como el expresidente Jimmy Morales, permanece impune, negando cándida e insolentemente su responsabilidad en este y otros crímenes.
Y es que, encerrar a 56 niñas en un salón de 40.7 metros cuadrados, menos de un metro cuadrado por persona, sin baños, ya es algo criminal. Pero, mantenerlas encerradas, aun cuando ya se había declarado un incendio, dejando que se asfixiaran y quemaran vivas, ilustra la putrefacta calidad criminal y la barbarie de sus asesinos.
Los responsables buscan escudarse alegando que esa fue una medida desesperada ante el motín y la fuga masiva ocurrida el día antes, tratando de mostrar a las y los menores recluidos como delincuentes antisociales y violentos. Pero lo que esos criminales ocultan es que, por muchos problemas personales y sociales que las y los menores recluidos sufrieran, desde 2013 se venía denunciando que en ese centro se perpetraban abusos graves en contra de las y los menores, incluyendo redes de prostitución y trata. Por lo menos nueve de las sobrevivientes del incendio estaban en gestación.
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Solo conociendo la gravedad de esas denuncias, incluyendo un informe pormenorizado de la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH), fechado 2 de noviembre de 2016, es que puede acercarse a comprender que el motín del 7 de marzo de 2017 constituyó un acto desesperado de protesta y demanda. Parte de las acusaciones en contra de las autoridades fue negligencia por no emprender acciones para atenderlas. Pero, además, surge la posibilidad de que, dejar encerradas a las niñas, pese a que se estaban quemando vivas, tuviera la intención de ocultar más que negligencia, posiblemente querían evitar que confirmaran públicamente lo que la PDH ya había denunciado.
¿Por qué las autoridades reaccionaron con temor y desesperación ante la fuga masiva de las y los menores? ¿Temían que pudieran lograr hablar con la prensa, la PDH, con organizaciones defensoras de los derechos humanos u otras instancias con capacidad de denuncia pública? Los hechos dan cuenta de que el entonces presidente Jimmy Morales estuvo informado de los acontecimientos, y seguramente autorizó el operativo policial, que más de recaptura, fue de cacería de las y los menores fugados.
Los informes relatan que las niñas fueron tratadas con saña, violencia y menosprecio por parte de las fuerzas policiales y las autoridades del centro. ¿Qué habían sufrido, qué sabían las niñas que podía salir a luz si hablaban en público? ¿Por qué las autoridades tenían que controlar y aislar a las niñas?
En estos días se está proyectando en cines la película Rita, del director guatemalteco Jayro Bustamante. Utiliza recursos cinematográficos como la magia, la mística y la ficción para narrar esta historia, desde la perspectiva de las niñas víctimas, haciéndonos recordar dolorosamente que eran eso, niñas, que, pese a vidas durísimas y heridas profundas, tenían sueños e ilusiones. Bustamante tiene éxito porque su película despierta emociones muy fuertes, no permite que olvidemos que esas niñas tenían ganas de vivir, de volar cual ángeles alados.
Vea Rita, teniendo presente la indicación al inicio, que, pese a toda la fantasía, la magia y el misticismo, está inspirada en hechos reales. Quizá esta forma artística nos ayude a entender y asumir la magnitud de la tragedia de las 41 chicas que nos faltan. A acercarnos a los que posiblemente eran sus sueños.
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