Luchamos porque el genocidio no ha terminado. Hoy más que nunca comprobamos que nada avanzará para nosotras, ni para nuestros pueblos bajo el modelo de Estado colonial. Es por ello que, reiteramos: el silencio no es una opción.
Comparto a continuación el pronunciamiento del bloque de mujeres de pueblos originarios, que este 8 de marzo sale a las calles y se enuncia contra el genocidio, los despojos y la colonización.
Maya’ ixoqi’ wawe’ öj k’o
¡Nosotras resistimos, nosotras existimos!
Las mujeres de pueblos originarios estamos acá, vivas, luchando y resistiendo al Estado colonial, racismo, patriarcado, extractivismo y capitalismo; desde todos los territorios, desde el campo y la ciudad.
Pronunciamos estas palabras a 500 años de iniciarse el genocidio en estas tierras que ahora llamamos «Guatemala» y que con ello iniciara el proceso de invasión, siendo una de sus herramientas la violencia sexual en contra de nuestras ancestras con fines de dominación y despojo, utilizada en distintos momentos hasta hoy.
Reconocemos y honramos a las mujeres que hace 500 años estaban poniendo el cuerpo y sus ideas para combatir y resistir ante la embestida de los colonizadores; reconocemos y honramos a todas las mujeres originarias que desde entonces no han dejado de luchar para liberarnos como pueblos.
Reconocemos y nombramos los espacios donde hemos habitado, desde todos los ámbitos, públicos y privados. Reivindicamos la cocina, no como servidumbre, sino como un espacio político y científico, donde las mujeres originarias hemos desarrollado nuestra capacidad de invención e innovación por miles de años. Reivindicamos la comunidad, como el territorio (espacio-tiempo) donde hemos hilado el tejido colectivo de nuestro pasado y presente, y resguardado los saberes profundos que han permitido que sigamos reafirmando nuestra existencia.
Nombramos y reconocemos la acción política de hablar nuestros idiomas, de vestir y crear nuestras indumentarias, de mantener vivas nuestras ciencias, como una labor milenaria de resistencia y parte inherente de nuestra identidad, pese a su prohibición, folklorización, exotización y la ladinización incesante que emanan del racismo estructural.
Denunciamos que nuestros cuerpos, nuestras tierras, nuestro entorno, siguen siendo invadidos, despojados, colonizados y exterminados; hacemos un llamado a todas a seguir resistiendo. Somos como flores silvestres que rompen el cemento; nuestra raíz no se formó ayer, ni hace cinco siglos, somos milenarias, somos mujeres jaguar, somos la lava que se vuelve obsidiana, que corta, que protege.
Nos solidarizamos con nuestras hermanas cuyos pueblos en distintas partes del mundo están sufriendo genocidio, como en Palestina, El Congo, Sudán, Etiopía. Exigimos que se rompa el silencio cómplice, que no se inmuta frente a estas atrocidades, las cuales están siendo justificadas por aquellos gobiernos que solapan a los responsables en nombre de la «diplomacia».
Tenemos nuestra propia voz, la lucha de nuestras abuelas y madres nos han traído aquí, por ellas existimos y hoy decidimos políticamente nombrarlas, traerlas acá, a la memoria, esa que día a día se resiste a morir, ante el olvido que genera este sistema de muerte y violencia colonizadora. A todas las honramos, a todas les decimos que están presentes en nuestras luchas.
Nombramos y reconocemos nuestro derecho a sentir rabia y alegría, a tener autonomía sobre nuestras ideas y sobre nosotras mismas.
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