Arévalo, presidente: la propuesta anticorrupción venció a la política tradicional
Arévalo, presidente: la propuesta anticorrupción venció a la política tradicional
Bernardo Arévalo y Karin Herrera no ofrecieron repartir alimentos, dinero y, mucho menos, plazas o contratos. Su única promesa, que no es poca cosa, es combatir la corrupción que se ha incrustado como moho en las instituciones públicas. Fueron 2,4 millones de personas las que creyeron y votaron por este proyecto político que, asegura, hará que el país viva «una nueva primavera».
El 20 de agosto quedará escrito en la historia del país como el día en que un resultado electoral se celebró con más algarabía que una victoria futbolera. Que un acontecimiento político se transforme en una fiesta ciudadana en las calles y plazas del país no es poca cosa para una sociedad hastiada de la «política tradicional», acostumbrada a ganar votos para expoliar el patrimonio público. Anoche y hasta la madrugada hubo bailes, cohetillos, festejos con banderas de Guatemala, vuvuzelas y gritos de «sí se pudo».
Al centro de esta algarabía estaban Bernardo Arévalo y Karin Herrera. Un binomio que cobró notoriedad porque provienen del círculo académico y no habían hecho de la política su forma de vida, hasta en los últimos años. Él es el personaje principal, porque en su figura se centró la campaña electoral. Hijo de Juan José Arévalo Bermejo, un expresidente reconocido y apreciado porque simbolizó el inicio de la primavera revolucionaria que derrocó a la dictadura de Jorge Ubico en 1944.
Arévalo papá, el expresidente, es el recuerdo de una ilusión interrumpida porque en 1954 regresó el autoritarismo. Arévalo hijo, el presidente recién electo, ha ofrecido recuperar la esperanza e ilusión por aquella primavera perdida y añorada. Padre e hijo, unidos en una misma historia, con 78 años de diferencia. Ambos, académicos que no pensaban en hacer política hasta que se les convocó para dirigir un país en crisis.
Las primeras palabras del binomio electo, después del agradecimiento a sus votantes la noche del domingo, fueron una invitación a la unidad y la conciliación. «Vamos a hacer un gobierno que sea para todos y todas. Un gobierno que cuide a todas las personas sin importar las diferencias», dijo Herrera, mientras que Arévalo le envió un mensaje a la perdedora de la jornada, la tres veces candidata de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE). «A Sandra Torres y a sus electores les garantizamos que sus derechos como ciudadanos serán promovidos y protegidos, sin distinción alguna por el gobierno de la nueva primavera. Sepan que no serán olvidados, ni marginados».
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El binomio no salió de inmediato a festejar. En el hotel en el que se congregó el equipo del partido hubo lágrimas, abrazos y regocijo al ver los resultados, que desde las 7:30 de la noche reflejaban una victoria, pero toda esta algarabía inicial apenas fue pública. El grupo, que no superaba el centenar de personas, se reunió en un salón privado y Arévalo y Herrera no salieron para hablar con la prensa hasta poco después de las 10:00 de la noche.
El presidente electo dijo que recibió comunicaciones del presidente Alejandro Giammattei, quien le ofreció apoyar el proceso de transición de mando; y de los presidentes de México, Andrés Manuel López Obrador y El Salvador, Nayib Bukele. El lunes, confirmó a una radio colombiana que sostendría una conversación con el presidente Gustavo Petro. Estados Unidos, la Organización de Estados Americanos y otros gobernantes, se han pronunciado en X (antes Twitter) para felicitar al nuevo gobierno.
El binomio no participó en el festejo que se organizó de forma espontánea en el Obelisco y en la Avenida Las Américas, en las zonas 13 y 14 de la capital, aunque salieron a dar las gracias al balcón del hotel, en donde cientos de personas gritaban consignas y portaban banderas de Guatemala.
Esta es la primera vez que un partido con una estructura tan pequeña y pocos recursos invertidos logra ganar la presidencia. Aunque Semilla recibió varios ofrecimientos de apoyo de partidos y políticos tradicionales, no aceptó ninguno. Su campaña se desarrolló gracias a donaciones. Dos días antes de las elecciones, reportaban haber reunido casi un millón de quetzales producto de pequeños aportes de 2,200 personas que depositaron desde 4,55 quetzales hasta 5,000.
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El mayor contribuyente de Semilla fue el empresario creador de la plataforma de aprendizaje de idiomas Duolingo, Luis Von Ahn, quien donó 100,000 dólares. También los fiscales que velaron por los votos en poco más del 80% de las 24,585 mesas electorales donaron su tiempo. Arévalo y Herrera llegan a la presidencia sin grandes ataduras económicas con terceros, aunque cargan con el peso de un préstamo más costoso: la confianza y las expectativas de una parte importante de la población.
El mensaje que convenció
Arévalo y Herrera ganaron, a pesar de tener a todo un sistema en contra. La mayoría de partidos que perdieron la elección en primera vuelta y el grupo de jueces y fiscales con sus acciones judiciales, fallaron en sacarlos de la contienda a través de ataques constantes, pero los posicionaron como una propuesta que merecía ser considerada. Tampoco funcionaron las campañas de desinformación, ni las amenazas que buscaban amedrentar o confrontar a los votantes. Durante la jornada hubo tres explosiones de bombas caseras en centros de votación que no pasaron a emergencias mayores. Y, al centro de votación donde Bernardo Arévalo depositó su voto, llegó un pequeño grupo de jóvenes, vestidos con camisetas, pantalonetas, gorras con la visera plana que portaban carteles con mensajes de apoyo al matrimonio igualitario, probablemente como parte de la campaña de desinformación orquestada en su contra por sectores ultra conservadores.
Bernardo Arévalo y Karin Herrera supieron vender a los votantes una idea: que ellos podrían emprender la lucha contra la corrupción. Sacar a los corruptos de los puestos públicos, acabar con la cadena de sobornos y tratos bajo la mesa que ha enriquecido a unos y expoliado a otros. Su proyecto lo armaron académicos y lo promocionaron jóvenes en sus veinte y treinta años que supieron aprovechar las redes sociales para convencer a los de su generación y trascender a los mayores.
En cambio, Sandra Torres y Romeo Guerra, sus contendientes, hicieron alianza con los partidos tradicionales que han gobernado desde 2016 y se han encargado de desdibujar la división de poderes del Estado. Torres, ofreció entregar bolsas de alimentos, bonos, quitar impuestos, dar obras y plazas de trabajo en el gobierno. La estrategia de la candidata fue efectiva para convencer a 1,5 millones de personas, pero a Arévalo y Herrera les creyeron muchos más.
El sistema de transmisión de resultados preliminares, conocido como Trep, del Tribunal Supremo Electoral, tenía el 100% de actas procesadas a las 23:12 de la noche, apenas cinco horas y 12 minutos después del cierre de las urnas y reportaba 2,441,661 votos para el binomio Arévalo-Herrera. Mientras que 1,567,472 para Torres y su candidato a vicepresidente, Romeo Guerra. Esto es el 58.01% de los votos para el binomio ganador, versus el 37.24% para el que perdió. En la elección actual, también hubo un 4,98% de personas que votaron nulo o en blanco.
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Para el Movimiento Semilla, estos resultados son sorprendentes. Son un partido de reciente formación. Surgieron de las protestas ciudadanas de 2015 en contra de la corrupción. En 2019 participaron por primera vez en una elección y solo pudieron hacerlo por diputados porque a la candidata presidencial, Thelma Aldana, no le permitieron participar. En 2023, dieron la sorpresa al pasar al balotaje con poco más de 600 votos y, para la segunda vuelta, cuadriplicaron esos resultados. Los primeros análisis de datos reflejan que la dupla de Semilla ganó las elecciones en 185 de los 340 municipios del país, mientras que la UNE dominó en 155.
A pesar de esto, el binomio ganador fue electo por menos del 50% de los llamados a votar. De los 9,3 millones de empadronados asistieron 4,2 millones, dejando el abstencionismo en el 55%. Pero hay diferencias qué destacar. Arévalo y Herrera obtuvieron medio millón de votos más que el gobernante actual, Alejandro Giammattei, en la segunda vuelta de 2019. Aunque quedaron distanciados por 309,186 votos de los que consiguió Jimmy Morales para ganar en 2015.
En la historia de la era democrática del país, las segundas vueltas electorales atraen a menos electores. Solo la de Vinicio Cerezo, en 1985 y la de Otto Pérez Molina en 2011, llegaron a 65,40 y 60.83% de participación ciudadana. A esas personas también les habló Arévalo el domingo por la noche. «Aquellas personas que no pudieron votar, sepan que también vamos a trabajar por ustedes y por garantizar instituciones que ganen su confianza en el Estado», dijo Arévalo.
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¿Por qué hablar de corrupción en Guatemala?
El partido Movimiento Semilla encontró tierra fértil para su mensaje porque, desde 2015, la población guatemalteca está más consciente del impacto de la corrupción. Las investigaciones sobre actos de corrupción realizadas por los medios de comunicación y los casos penales que emprendieron la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) y la Fiscalía Especial contra la Impunidad (FECI), iniciados en contra del presidente y la vicepresidenta del país, ministros, diputados, jueces, contratistas, empresarios, banqueros, abogados, ayudaron a comprender el fenómeno de la corrupción y a despertar la conciencia ciudadana.
Pero, así como la revolución de 1944 fue abortada en 1954 por grupos de poder inconformes y la intervención norteamericana, la historia de la lucha contra la corrupción duró poco y se desvaneció. Jimmy Morales recibió fondos de empresarios para su campaña que no fueron reportados, lo cual es un delito electoral. No quiso rendir cuentas y, en alianza con poderosos actores pro impunidad, vinculados a la corrupción, acabó con la Cicig. Alejandro Giammattei abonó al sistema corrupto al elegir la fiscal general Consuelo Porras. Bajo su gestión han quedado libres buena parte de los acusados en procesos promovidos por la Cicig y la Feci, mientras que se ha perseguido a operadores de justicia y defensores de derechos humanos.
Si la Cicig y la Feci tuvieron el mandato de perseguir la corrupción a través de la investigación y acusación penal, Arévalo y Herrera ofrecen pelear contra ese mal a través de la honradez en el servicio público y la rendición de cuentas.
No ofrecen regresar a la Cicig, ni siquiera han hablado de quitar del cargo a Porras (la ley no le permite) y tampoco, facilitar el regreso para los exfiscales, exjueces, periodistas y activistas exiliados por actos de criminalización en su contra. «Tenemos claro de que no podemos interferir en procesos judiciales, somos muy conscientes de la separación de poderes y no podemos intervenir, o asumir situaciones o posiciones que no nos están dadas», dijo en varias ocasiones durante la campaña y también el mismo día de las elecciones, antes de saberse ganador.
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Arévalo ha sido mesurado cada vez que habla del tema. No obstante, algunas de las personas que están en el extranjero en calidad de asilados por la amenaza o la persecución penal que sufrieron, hablan de la posibilidad de volver al país cuando Arévalo tome posesión. Esto, porque el presidente electo ofrece que dejará de activar la tuerca que mueve al sistema que utiliza a jueces y fiscales para criminalizar actores incómodos.
¡Qué cumplan!
A pesar de que la lucha contra la corrupción es un elemento clave en el éxito electoral de Semilla, la población que le apoyó espera mucho más. Gladys, quien viajó desde San Miguel Petapa, un municipio de la periferia metropolitana, hasta la zona 14 capitalina para festejar frente al hotel donde se congregaron Arévalo, Herrera y su equipo y familia, dijo que esperaba que el nuevo presidente «cumpla con todo lo que ha dicho para el bienestar de todos los guatemaltecos».
Aunque ella desea que el nuevo gobernante pueda luchar contra la corrupción, también espera que «pueda ayudar a los necesitados». En el país hay un 60% de la población que vive en condición de pobreza y hay municipios con mayoría de población indígena en donde el 90% de habitantes vive en precariedad.
El plan de Semilla habla de mantener los programas sociales, pero solo a las personas más necesitadas. Ofrece mantener el aporte a los adultos mayores, construir carreteras y dar empleo en las comunidades en donde desarrollarán los proyectos. Lo que no se sabe es cuánto tiempo tomará al nuevo gobierno poner en marcha los satisfactores que la gente espera.
Una periodista feminista le preguntó a Arévalo qué ofrecía a las disidencias, la población indígena y a las y los jóvenes. Él respondió que en su gobierno operaría el principio de la universalidad y el acceso a los derechos, con prioridad en «los sectores más rezagados y olvidados».
«Nos hemos puesto la bandera de Guatemala», dijo, mostrando el pin que lucía en la solapa del saco. «Ya no tenemos la bandera de Semilla, porque tenemos claro que nuestra tarea es trabajar para el conjunto de los y las guatemaltecas. Lo que estamos viendo es una celebración que realmente nos llena de ilusión», explicó.
Karin Herrera prometió que «se va a sentir» el trabajo de la vicepresidencia en favor de las mujeres y la ciencia. Es la segunda vicepresidenta en la historia del país, pero, al igual que Arévalo no se mostraba extasiada por el triunfo. Lo que está por venir, dijo, «no es una varita mágica que va a borrar o que de pronto va construir esos grandes castillos o borrar la exclusión». Una dosis de realidad ante la responsabilidad que tienen por delante.
Quedan casi cinco meses para que llegue el traspaso de mando y queda por saber cuáles serán las reacciones de los opositores al partido. Este capítulo de la historia apenas empieza.
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