Alcanzar la vacuna en Guatemala implica machetazos, suerte, viajar a Miami o cruzar el Suchiate en balsa
Alcanzar la vacuna en Guatemala implica machetazos, suerte, viajar a Miami o cruzar el Suchiate en balsa
Para algunos significa hacer cola de madrugada; para otros, viajar en moto hacia la frontera con México y cruzar en balsa sobre el río Suchiate; o tomar un avión a Miami. El peregrinaje puede tomar algunas horas de vuelo o tres semanas por puestos de vacunación. Con el manejo de la pandemia en el país solo queda una opción: esperar mucho o salir a buscar a dónde inmunizarse.
Universitarias, urbanas y mestizas. Es el perfil de las personas con más posibilidades de vacunarse. En Guatemala, a más ruralidad es menor el acceso a las dos dosis.
Del 1,079,800 personas ya inmunizadas hasta el 21 de junio pasado, el 80% cuenta con la primera dosis, y solo el 20% con la segunda. Se concentran en Guatemala y Quetzaltenango, 13% y 8.8%, respectivamente; los departamentos más rezagados fueron Totonicapán y Sololá con menos del 3% de vacunados.
Laboratorio de Datos hizo un análisis sobre cuál es el perfil de quienes ya se vacunaron y reveló que el 83% de las personas inmunizadas son mestizas, 16% mayas y menos del 1% xinka y garífuna. Además, el 52% tiene escolaridad arriba del promedio con diversificado y universidad.
«El plan de vacunación es excluyente y discriminatorio», reclamó la diputada Lucrecia Hernández Mack a la ministra de Salud, Amelia Flores, en una citación realizada el martes 22 de junio. Criticó que el Plan Nacional de Vacunación girara alrededor de una plataforma electrónica en un país donde el 70% de la población no tiene acceso a internet.
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Pero «a nadie se le exige tener acceso a la plataforma ni ir a registrarse a un centro comercial», respondió la Ministra. Aunque todavía no es oficial ni está escrita en papel, añadió, existe una estrategia de vacunación comunitaria que faculta a los centros de salud a registrar y vacunar a los comunitarios de las aldeas más lejanas del país.
En la misma citación, Flores aseguró que en las comunidades, Salud planea no trabajar por fases ni grupos de edad sino vacunar a todos los mayores de 18 años mientras haya disponibilidad de dosis.
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En tanto no concrete la estrategia, en las localidades más alejadas y rurales, el proceso de vacunación se realiza entre desinformación, abandono y amenazas para el personal de salud, sobrecarga laboral y desabastecimiento.
Vacunas versus machetazos
En Nebaj, Quiché, nueve de cada diez habitantes se autoidentificaron de origen maya, la mitad viven en el área rural. Y solo uno de cada diez tiene acceso a internet, según el Censo 2018.
La información sobre la pandemia y el proceso de vacunación llega a cuentagotas y compite con la desinformación. Según datos del Ministerio de Salud, hasta la segunda semana de junio, Quiché era uno de los departamentos con menos población vacunada con el 3.1%. Ahí se reportaron más de 6 mil casos positivos y fallecieron 135 personas por coronavirus.
José Raymundo tiene 52 años y es enfermero del Área de Salud de una de las 11 regiones de Nebaj. Tiene a su cargo la atención médica de 8 mil personas de diez comunidades y dirige a un equipo de nueve auxiliares de enfermería. Antes de la pandemia su trabajo se centraba en controles prenatales, partos, atención de niñas y niños con desnutrición y accidentes leves. A su rutina de trabajo sumó la atención a pacientes con coronavirus y la aplicación de la vacuna.
En mayo recibió un lote de Astrazeneca. La meta era vacunar a 325 personas mayores de 60 años. Sin embargo, a su equipo le tomó una semana suministrar 120 dosis. Invirtieron más tiempo del esperado en concientizar a los parroquianos.
«Somos diez personas y nos tomó ese lapso porque hemos ido de casa en casa para convencer a la gente. A veces lo logramos y otras nos ofrecen machetearnos y agredirnos, nos acusan de estar pagados por el Gobierno», describió Raymundo.
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Una de las principales críticas sobre el manejo de la pandemia en Guatemala es la falta de una estrategia de comunicación para detener la desinformación en redes sociales. Al igual que en otras zonas del país, en Nebaj circularon noticias falsas: que la vacuna produce esterilidad, que mata o que contiene un chip para controlarlos.
«Cuando llegamos a las comunidades nos dicen no quiero escuchar lo que tú estás diciendo porque estás mandado por el Gobierno y el Gobierno te paga para venir a matarme. Andate o te saco con machete. Nosotros insistimos, pero nos vamos porque no podemos hacer nada más por nuestra gente», lamentó el enfermero.
La frustración del proceso de vacunación, la falta de insumos y la sobrecarga de trabajo provocó la renuncia de dos enfermeros. Raymundo también ha pensado hacerlo.
«Intentamos convencer a la población explicándoles que en otro tiempo el sarampión se detuvo con una vacuna al igual que la tuberculosis y la neumonía. Hacemos lo posible para aclarar que esta opción sirve para salvar las vidas». En el área Ixil ocho de cada diez personas son analfabetas, añadió.
En Nebaj se reportaron 700 casos y 21 muertos por COVID-19, pese a eso, no reconocen la existencia de la enfermedad, dice Raymundo. El enfermero pide al Gobierno impulsar una campaña de información en idiomas mayas difundida por redes sociales y radios comunitarias.
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En el otro extremo están quienes sí quieren vacunarse aunque para ello madruguen o viajen a otro país.
En otras localidades indígenas aunque quieran la inmunización, ni la información ni el proceso para registrarse es accesible. Eso lo confirma Sebastiana Par, autoridad del Consejo de Pueblos K'iche's, quien señaló que no han visto campañas informativas en su región.
Un herrero y una búsqueda de tres semanas
La mañana del lunes 21 de junio alrededor de cien personas hacían fila en las afueras del Centro Universitario Metropolitano (CUM), zona 12. En dos colas esperaban quienes tenían cita y quienes sin haber recibido el mensaje de texto llegaron a probar suerte. Entre ellos estaba Alfredo De La Cruz, un herrero de 62 años que vive en la zona 13 de la ciudad.
Se registró el 1 de junio y aunque esperó tres semanas, nunca recibió el mensaje de su cita programada. Por eso se encaminó dos veces al CUM hasta lograr inmunizarse.
Cerca de él estaba envuelta en una chamarra y sentada en un banco, Blendy Matul. Desde las 3:30 horas hacía cola para sus padres en el carro. Ellos también pasaron tres semanas a la espera del mensaje que no llegó.
Del otro lado de la fila estaban Juliana Tomás y Abimael Samayoa, de 50 y 55 años, compañeros de trabajo en un recorrido de tres semanas por distintos puestos de vacunación ante la desesperación por no recibir noticias de Salud.
«Fuimos dos veces a la Universidad Rafael Landívar donde no nos atendieron por no tener la cita. También a Cayalá y luego a San José Pinula y pasó lo mismo. Hoy llegamos a las 5:00 de la mañana para tener los primeros lugares y no se acaben», relató Abimael.
Ese día, después de semanas de espera, los padres de Blendy, Alfredo, Juliana y Abimael lograron vacunarse.
De Miami a Cancún
Sofía es licenciada en Relaciones Internacionales de la Universidad Francisco Marroquín. Tiene 27 años y vive en la zona 11 de ciudad de Guatemala. Trabaja como oficial de programas en una ONG internacional en temas de salud pública. Para esta publicación pidió reservar su apellido.
La primera semana de junio viajó a Miami, Florida, con su madre y su hermano, de 52 y 25 años respectivamente, con el único fin de aplicarse la vacuna. Entre el boleto de avión, el hotel, la comida y algunas compras, Sofía gastó $600 dólares por cuatro días. Después de dejar su equipaje en el hotel se fueron directo al centro de vacunación.
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«Cuando llegamos vimos a personas con todo y sus maletas porque llegaban directamente del aeropuerto. Había un cartel donde se leía que ningún policía de migración podía llegar a detenerte, era un centro seguro», contó.
Hizo cola por alrededor de 20 minutos y tuvo la oportunidad de elegir su vacuna entre Johnson & Johnson, Pfizer o Moderna. Sofía y su familia optaron por Johnson & Johnson, la de una sola dosis.
Tras recibirla, Sofía y su familia estuvieron en observación 15 minutos y listo, pasaron los otros tres días de vacaciones en Miami.
«Salimos a buscar la vacuna porque vimos tan lejana la posibilidad de tenerla acá (en Guatemala). Por cuestiones de practicidad y seguridad preferimos invertir en este viaje en lugar de esperarla en Guatemala. Ahora nos sentimos súper seguros», relató.
Días después de inmunizarse, Sofía viajó a Cancún con cuatro amigas para celebrar su despedida de soltera. Todas estaban vacunadas, pero una de ellas dio positivo a coronavirus. «Los síntomas de mi amiga fueron leves. Recibir la vacuna sí fue un gasto, pero al final pagas por tu tranquilidad».
El Ministerio de Salud de Guatemala no lleva un registro de las personas vacunadas en el extranjeron. Sin embargo, el 18 de mayo Laboratorio de Datos habilitó una encuesta en línea la cual llenaron cerca de 3 mil personas al 24 de junio.
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Los datos describen a personas como Sofía: en posibilidad de viajar al extranjero para inmunizarse, entre los 28 y 40 años, residentes en la región metropolitana y con estudios universitarios. Las ciudades más frecuentes para vacunarse son Houston, Dallas, Miami, y Nueva York.
Un viaje a Tapachula
Desde mayo se reportan guatemaltecos en Tapachula, Chiapas, México, para vacunarse. El proceso es rápido, pero llegar no siempre es fácil.
William Salazar tiene 43 años y el pasado 23 de junio condujo su vehículo hasta la frontera de Tecún, San Marcos, al llegar pagó 20 quetzales por el parqueo. Para llegar a suelo mexicano fueron otros 10 quetzales, el pasaje para cruzar el río Suchiate en una balsa hecha de una tabla amarrada a tubos de llantas. Luego tomó un microbús rumbo a Ciudad Hidalgo y llegó a la escuela Ángel Albino Corzo. Presentó su DPI y recibió la primera dosis de la vacuna Astrazeneca.
«Si me quedo a esperar a que el gobierno (de Guatemala) traiga vacunas, con suerte me tocaría en el año 2023. En nuestro país no hay nada seguro. La dosis que en algún momento me pudo tocar, ahora quedará disponible para alguien más sin posibilidad de viajar», contó a Plaza Pública.
El escritor Juan Pablo Dardón también lo intentó. Viajó en motocicleta hasta la frontera con México y aunque logró llegar a Ciudad Hidalgo no pudo vacunarse porque en el camino perdió su billetera y todos sus documentos de identificación.
«Yo le tengo miedo a la COVID-19. A mí me da gripe y casi me muero, entonces con Covid moriré. Tengo la visa vencida y no puedo viajar a Estados Unidos, esa habría sido la primera opción», dijo Dardón.
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De momento tramita sus documentos porque planea regresar a Tapachula, esta vez, en caravana con sus amigos motociclistas.
«Los grupos etarios en Guatemala de 50 a 70 años son más pequeños y te das cuenta del relajo que ha sido, es casi imposible. Cuando llegue la fase de los 40 años, que somos muchos más, va a ser peor y el estar parado en una cola los riesgos de contagio aumentan. A las autoridades no les importa lo más mínimo», reclamó Dardón.
En tanto los casos van en aumento.
Menos del 1% de la población ha recibido las dos dosis. Según datos del Ministerio de Salud, hasta el 27 de junio 157 mil 718 personas recibieron el esquema completo de la inmunización. Al mismo tiempo, Guatemala atraviesa uno de los picos más altos de contagios desde que inició la pandemia. El 23 de junio se reportó en un solo día 2 mil 273 contagios y 66 personas fallecidas.
Jordán Rodas, Procurador de los Derechos Humanos (PDH), recomendó a las autoridades del Ministerio de Salud que renuncien a sus cargos porque pese a anticipar el aumento de casos, no implementaron medidas de contención epidemiológicas.
Según estimaciones de Laboratorio de Datos, al ritmo actual, Guatemala se tardaría entre nueve y diez años en vacunar a toda la población. Las personas -quienes pueden- salen a buscar la única opción para garantizar su salud, la de viajar a otro país, a donde el bolsillo le dé para inmunizarse.
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