Para algunos estudiosos de las ciencias sociales, el impacto de dicho término es que se quedó únicamente para ser utilizado en la región de Centroamérica y del Caribe. Es decir, la etiqueta tiene paralelos y meridianos bien establecidos. El profesor costarricense Héctor Pérez Brignoli, en su escrito El fonógrafo en los trópicos: sobre el concepto de banana republic en la obra de O. Henry, señala que «el término ha sido incorporado a los diccionarios de la lengua inglesa con tres connotaciones distintas aunque complementarias: a) país pequeño, especialmente en América Central, especializado en la exportación de bananos (o de otro producto tropical); b) país dominado por intereses extranjeros, representados por unas pocas compañías dueñas de grandes concesiones, y c) país con un gobierno inestable, usualmente dictatorial, en el que se presentan revoluciones frecuentes y una continua presencia de los militares en la política».
En la obra original, en Anchuria vive un sujeto llamado Homero Mellinger, quien al presentarse expresa:
Tengo el cargo de secretario privado del presidente de este país, y es mi deber velar por la seguridad de su gobierno. Mi nombre no aparece en las listas, pero no por eso dejo de ser la mostaza en el aliño de la ensalada. No pasa una ley al Congreso, no se otorga una concesión ni se establece un impuesto importante sin que Homero P. Mellinger lo cocine y lo sazone. En el bufete presidencial, lleno el tintero de su excelencia y registro a los visitantes políticos en busca de dagas y dinamita, pero en un cuarto interior dicto la política del Gobierno. No podrán adivinar jamás en qué forma conseguí este cargo. [...] ¿Recuerdan el viejo refrán [...] «la honradez es la mejor política»? Eso es todo. Decidí explotar la honradez como un filón. Soy el único hombre honrado en toda la república. El Gobierno lo sabe, el pueblo lo sabe, los inversionistas extranjeros lo saben, los coimeros lo saben. Yo ayudo a conservar la fe en el Gobierno. [...] Mantengo aquí un monopolio de transacciones honradas. No tengo competidores.
Al respecto del párrafo anterior, el profesor Pérez Brignoli señala que se trata de una forma literaria en la cual parece que todos son corruptos y la honradez una virtud particularmente escasa. Además, en la banana republic de O. Henry, todo sucede como una ópera bufa, como una comedia en la cual todos se ríen y traicionan, pero nadie entiende qué pasa.
A partir de lo expuesto y de esta obra literaria, que debería estar a la venta en nuestros países para su estudio, lo que sucede en Guatemala es propio de una banana republic, y no de una serie de Netflix, aunque el vocero presidencial quizá está viendo demasiada tele.
El perverso juego de la desinformación y el querer hacer parecer que quienes luchan contra la corrupción y la impunidad son los malos no son más que un juego para recomponer el estatus, afectar vulnerabilidades y demostrar que Mellinger, que bien podría ser el actual canciller, sigue vivo. Hay mucha tela que cortar sobre esta obra de más de 100 años y tan vigente aún, pero le dejo a usted, que me lee, que sea parte de esa historia viva, pues esta semana recién pasada pudo verla en su máximo esplendor y quizá las últimas línea literarias de Cabbages and Kings no se han terminado de escribir en esta su república bananera de Guatemala.
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