Barbarie: el caso de la USAC

Sin embargo, aún están lejos la recuperación de la USAC y su transformación de lo que es en la actualidad a una institución donde se privilegien la academia, el diálogo y el fortalecimiento de los procesos democráticos internos. 

El repudiable y cobarde hecho violento de personas que dicen defender la autonomía contra un grupo de estudiantes que de manera legítima y democrática buscan recuperar los espacios que les pertenecen en la Facultad de Derecho pone en evidencia que las mafias y los grupos que se aferran al poder continúan operando impunemente bajo la sombra de un sistema que no condena y que, por lo tanto, acuerpa dichos actos al no establecer condiciones mínimas de sanción para estos delincuentes, que son fácilmente identificables.

Es inconcebible que, año tras año, la violencia dentro de la universidad pública se mantenga. Hoy en día se ven desde linchamientos por robos y castigos (que bien podrían ser propios de la Edad Media), pasando por intentos de violación dentro de los edificios, hasta el acto de vapulear a estudiantes que luchan por el rescate de una institución en la que se respete la decisión de la mayoría e intentan cambiar las condiciones internas que han hecho de la universidad un espacio en donde cada quien hace lo que quiere con tal de mantener sus privilegios.

El miedo a que se sobrepasen los espacios permitidos de estos grupos de personas —que, definitivamente, lo que menos hacen es estudiar y que son un peligro para cualquiera— ha hecho que la violencia sea el único recurso para reivindicar su posición, que por años fue privilegiada por las mafias que han operado dentro de la universidad y que lograron su fortalecimiento hasta el punto de sentirse intocables, algo que a toda costa buscan defender.

Ante esto, como individuos conscientes de que estos actos constituyen una violación de los derechos humanos y de la dignidad de las personas, además de un retroceso enorme en la construcción de una institución de educación superior que reivindique su papel, no podemos quedarnos de brazos cruzados.

El 20 de septiembre atendimos el llamado a hacernos presentes en las calles y demostrar nuestro descontento generalizado hacia un sistema corrupto e impune que nos tiene sumidos en la miseria. Ojalá, pues, que también esta violencia recurrente dentro de la universidad nos indigne tanto que logremos unir fuerzas y sacar de una vez por todas a esos grupos de criminales que han logrado mantenerse dentro de las estructuras internas de la universidad.

A las autoridades universitarias corresponde, así como se logró la destitución de catedráticos diputados implicados en el pacto de corruptos, responder a la demandas legítimas de los estudiantes conscientes que ya no quieren más violencia dentro de la universidad, por lo que urge identificar de manera pronta a las personas que cometieron estos actos y tomar acciones concretas como la cancelación de matrículas de estudio. Sería una actitud incongruente tomar medidas para limpiar afuera de la casa de estudios, pero adoptar una postura pasiva ante lo que sucede adentro.