La primera reacción ha sido de incredulidad, seguida de un pánico que nos ha dejado congelados, con miedo, sin reaccionar. Este es un llamado a los tres principales protagonistas en esta guerra: el personal de salud, el gobierno de turno y el pueblo.
Al personal de salud:
Es momento de ser beligerantes, fuertes, inteligentes. Tenemos un enemigo declarado: el virus causante del covid-19. Somos los que estamos en la primera línea de fuego y los que deberemos permanecer de principio a fin.
Debemos reaccionar y ser agresivos. Me da mucha pena ver a compañeros asustadizos que solo piensan en alejarse de esta pandemia. Me pregunto adónde. No existe ahora lugar sin riesgo de infectarse de este virus. No queda más que sacudirnos el miedo, convertir los sentimientos negativos en carga positiva, sacar fuerzas de flaqueza y dar la batalla.
Tenemos un gran compromiso con nuestra población. Somos nosotros los que vamos a pelear esta guerra de frente. Algunos, en el área clínica enfrentando el virus y las consecuencias de la enfermedad en quienes la padecen. Otros, en el área preventiva implementando medidas de contención. Otros, educando a la población médica y no médica, evitando que el sensacionalismo y el fatalismo se apoderen de nosotros. Otros, asesorando, administrando o conduciendo las políticas del sistema de salud y del país.
Debemos ver al enemigo de una forma científica, conocer su rostro, su estructura molecular, analizarlo, ver su capacidad de ataque, su forma de reproducción, sus puntos débiles: lo que nos servirá para contenerlo y destruirlo. Debemos aprovechar las redes y el acceso a la amplia información que tenemos a la mano. Analicemos los escenarios, aprendamos lo bueno y lo malo que se ha hecho en otros países, eduquemos a la población, no seamos parte del pánico. Estudiemos, planifiquemos, ensayemos, hagamos ciencia. El pueblo confía en nuestra preparación.
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A los gobernantes de turno:
Olviden la politiquería por estos meses. La prioridad es defender la vida del guatemalteco. Ganen la confianza de la población. Que el estado de calamidad sirva para proteger a todos. Pero especialmente hay un grupo que hoy, además de temerle a la pandemia, debe pagar las cuentas de luz, de teléfono, el alquiler y la canasta básica, entre otras cosas, sin tener una mínima entrada monetaria. Esta gente necesita subsidio. No es para siempre. Es por el momento de crisis. Que estos millones de endeudamiento que aprobó el Congreso se conviertan en pan y esperanza para todos, principalmente para los más necesitados: los campesinos, los obreros, los trabajadores informales, los desempleados, etc.
En cuanto a la verdadera situación epidemiológica, las pruebas de laboratorio son nuestros lentes. Señor presidente, usted tiene la posibilidad de hacerla visible. Ayúdenos: descentralice las pruebas. Estas deben estar en los hospitales y laboratorios que tengan la capacidad de realizarlas. ¿Cómo un país que rebasa los 15 millones de habitantes tiene solo un laboratorio para detectar el virus causante de covid-19, a un escaso ritmo que no pasa de diez pruebas al día, cuando el consenso mundial es hacer pruebas masivas? Si estamos infectados, no es una vergüenza, no es una pérdida política. No conocer la realidad de cuántos infectados hay puede ser catastrófico. Permitirá que el virus se multiplique sin nosotros saberlo, nos ataque masivamente, y que sean los muertos los indicadores de la situación.
Señor presidente, este ejército de salubristas necesita ser protegido. Siendo la primera línea de frente en la batalla, tienen un alto riesgo de ser infectados. Veamos lo que ha pasado en otros países, donde hasta el 10 % de los infectados son personal de salud. No somos más importantes que los demás, pero estamos en mayor riesgo y, por lo tanto, es imperativa la protección. El problema de adquirir los equipos de protección personal va más allá de una simple compra debido a la escasez mundial. Por ello algunos deberían ser generados por el mismo país. Las universidades, la industria y las empresas deben unirse y contribuir a la solución inmediata de esto. De cualquier forma, el equipo de protección personal debe ser comprado, inventado, donado y ser proporcionado al personal de salud que enfrenta esta pandemia. El fortalecimiento de los hospitales con equipos básicos y sofisticados para afrontar esta enfermedad es imperativo. No hay detalles mínimos, no debe haber faltantes. Todo deberá estar a la mano.
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Los nuevos centros hospitalarios destinados a afrontar esta enfermedad deben tener equipos humanos multidisciplinarios: epidemiólogos, terapistas respiratorios, infectólogos, intensivistas, internistas, anestesiólogos, enfermeras especializadas, personal de intendencia, laboratorio, etc. Estos equipos deben ser cuidadosamente elegidos e inducidos a esta difícil tarea.
Valoro la voluntad de las autoridades, pero temo que estos virus sean más fuertes y rebasen esta primera reacción. Necesitamos acciones contundentes. La guerra no se gana con ensayo-error. No hay oportunidad. Porque en cada error habrá muchos enfermos y quizá muertos. Ante la incertidumbre de la situación epidemiológica y con base en el comportamiento de otros países, en este momento es necesario que continúen las medidas obligatorias del distanciamiento social.
A la población:
Esta situación es aleccionadora. La salud es un derecho, pero también una obligación. Hoy es una oportunidad para aprenderlo. No podemos sentarnos a exigirles al Gobierno o a los médicos sin hacernos responsables de la situación. No basta con rezar. Debemos accionar, cuidar a los nuestros y a nosotros mismos, seguir instrucciones, colaborar, apoyar. Y no entrar en pánico es lo que le corresponde hoy al guatemalteco. Si le dicen «quédense en casa» y puede hacerlo, hágalo. No se arriesgue ni arriesgue a los demás.
Todavía podemos reordenarnos. Todavía podemos ser país, antes de que el virus gane la guerra. La tarea es para todos. Para algunos más compleja que para otros, pero es lucha de todos. Si uno de los actores se sienta a ver cómo los otros luchan, perderemos todos.
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