Llamó positivamente mi atención:
1. Asumo que el presidente tiene claro que lo ideal para ganar más tiempo es una contención agresiva y una paralización del país, pero por pragmatismo político y económico no se optó por esa vía.
En otras palabras, si el Estado no tiene medios para controlar el territorio y la población, una medida así de drástica podría fallar si la gente opta por ignorar las indicaciones del Ejecutivo. No perdamos de vista que en amplias zonas del territorio no hay presencia estatal y que, incluso en zonas urbanas, intentar un colapso de la movilidad podría fracasar y empeorar las cosas dado el tiempo que podría durar esa medida.
2. El discurso transmitido ayer desde la Casa Presidencial fue mucho más estructurado, coherente y efectivo que el anuncio realizado anteriormente, en el cual se cometieron errores como mencionar el nombre del primer enfermo de covid-19.
3. Percibí seguridad, calma y hasta algo de sentido del humor en una situación que demanda amplia participación ciudadana. En este caso, como en cualquier crisis, la forma del mensaje, mostrando empatía y proximidad con la gente, es muy importante política y operativamente.
4. Me da la impresión de que escuchó a sus asesores, de manera que no se precipitó a prohibir actividades masivas. Es decir, las medidas se escalonarán conforme evolucione la crisis. Esto es importante porque es fácil caer en la tentación demagógica de encender las alarmas y de pretender que el país se paralice, algo que ha demostrado ser inefectivo aunque mucha gente lo espere. Ese detalle merece ser reconocido.
5. Casi al final apeló al imaginario religioso, pero creo que no perdió el sustento que brindan los datos científicos.
Lo que pudo faltar en el mensaje:
1. Hacer hincapié en que es preferible evitar aglomeraciones, aunque es importante que la vida continúe y que la economía se deteriore lo menos posible. De ahí que el comentario de ir a la playa no sea descabellado, pero no creo que haya sido sugerencia de los epidemiólogos.
2. Subrayar la importancia de proteger a las personas de edad avanzada. De hecho, la mortalidad en casos confirmados es de hasta el 14 % en personas mayores de 80 años. Y en Guatemala ese riesgo puede aumentar dada la precaria capacidad hospitalaria.
3. Mencionó que tal vez se interrumpan las actividades educativas, pero debió enfatizar que todas las instituciones educativas deben prever ese escenario, al igual que empresas públicas y privadas.
4. No abundó en cifras concretas del problema o de los recursos para abordar la crisis. Esto pudo haber dado mayor consistencia al mensaje, aunque siempre es un reto mostrar las precariedades.
5. El teléfono 1517, que anunció para brindar información, es un fiasco. Traté de marcarlo desde ayer varias veces y nunca logré conexión. Supongo que esa carencia deberá resolverse, ya que en el país hay recursos humanos y tecnológicos con las capacidades requeridas.
6. Sin caer en el fatalismo, creo que hizo falta anunciar que algunos escenarios difíciles podrían presentarse y que se están haciendo preparativos al respecto.
Por supuesto, no se puede resolver todo en un discurso. Y en ese sentido, espero que en el Estado pesen más la razón y la ciencia que el pensamiento único militar-religioso que ha prevalecido en los últimos años.
Como sociedad, nos corresponde mantener la mirada crítica, esperar que haya planes y demandar información oportuna y transparente. El presidente debe tener presente que la historia demuestra que este tipo de crisis puede elevar o hundir cualquier proyecto político.
Finalmente, como sociedad, no podemos olvidar que el sistema de salud está en harapos. Años de privatización, saqueo y corrupción nos tienen en un nivel deplorable, de manera que tal vez esta crisis pueda dejarnos algo positivo: abrir un diálogo sobre el sistema de salud que necesitamos y los medios para gestionarlo y financiarlo.
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