Entre los liberales, como en otras escuelas económicas, somos acérrimos opositores a su práctica, pues no solo la consideramos un tema éticamente condenable, sino también una acción económicamente cancerígena. Las recientes decisiones de empresarios de la industria de la construcción, en sus declaraciones respecto a los actos de corrupción de los cuales indican que fueron víctimas, son una invitación a que recordemos por qué la corrupción es rechazada desde las filosofías de pensamiento que muchos liberales tenemos.
Al respecto de la corrupción, una de las más elocuentes para rechazarla fue Ayn Rand, quien en su obra La rebelión de Atlas explicó:
Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando comprenda que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada.
Y es que, para Rand, la corrupción no era más que la guinda en un proceso irracional de destrucción de la creatividad humana por cuanto resulta de justificaciones irracionales para destruir el valor de los productos y de las personas. La corrupción destruye la competitividad de las empresas y corrompe el carácter de los empresarios que se acostumbran a llevar los negocios no con base en productos de valor, sino con base en favores y privilegios.
Asimismo, los austríacos Friedrich Hayek y Ludwig von Mises explicaron que la única solución para evitar la corrupción era mediante la propiedad privada, ya que esta desalienta a los empresarios a buscar rentas para su beneficio con base en dinero que no les pertenece, y que en el Gobierno esta búsqueda de rentas aumentaba debido a la ausencia de derechos de propiedad sobre el erario público. De esta manera, los seguidores de la escuela austríaca explican que hay que entender que las personas que se enriquecen dentro de nuestro Gobierno lo hacen con una mentalidad empresarial de generar la mayor cantidad de dinero en el menor tiempo posible y que algunos lo hicieron corriendo más riesgos que otros, tal como lo escuchamos de la voz de empresarios que fueron forzados a pagar sobornos a la clica del que fungía como ministro de Comunicaciones, Alejandro Sinibaldi.
Una de las razones por las cuales los países pobres somos pobres es que estamos plagados de corrupción. Y los clásicos liberales nos explican que esto se debe a las prácticas predadoras de actores privados y públicos que han perjudicado, durante generaciones, el crecimiento de nuestros países. Sin embargo, dentro de los mismos clásicos liberales hay explicaciones interesantes respecto a que no todos los actos de corrupción deben ser considerados predadores en este sentido.
Según explica el economista de la escuela austríaca Peter Boettke en su blog Problema de Coordinación, hay autores como Chris Blattman y Enrico Colombatto que sostienen que la corrupción no es tan negativa en términos económicos absolutos como creemos. La corrupción se convierte en una herramienta útil donde «las burocracias y las organizaciones son ineficientes (lo que resulta en que los empresarios y las grandes empresas luchen por transportar, exportar, importar o cumplir con las regulaciones)». Así, explica Boettke que la corrupción y el pago de sobornos funcionan como «impuestos extra» para conseguir un servicio más rápido o más eficiente para las empresas que lo pagan cuando entienden el costo de oportunidad de no hacerlo.
Sin duda, muchas empresas y muchos empresarios, guatemaltecos y extranjeros, han sido víctimas del pago de sobornos por parte de empleados del Gobierno. Este es un momento crítico para que comprendamos que, parafraseando a Boettke, la corrupción es un síntoma y un indicador de la salud institucional de nuestro Gobierno que debemos entender y estudiar para buscar la prosperidad del país y evitar la pobreza.
Es en aquellos lugares donde la corrupción existe donde se pueden identificar los procedimientos burocráticos, las instituciones y los puestos que son ineficientes y que no permiten el cumplimiento de los contratos por las empresas que licitan servicios o productos al Gobierno. Entender las formas y los métodos de los corruptos y cómo cambiarlos requiere estudiar la psicología de cada uno de los individuos acusados de actos de corrupción y la escala de valores de nosotros mismos como electores.
Más de este autor