¿Qué país es este exactamente? Mucho se puede hablar de los problemas nacionales, pero necesitamos aterrizar en categorizarlo de forma precisa para encontrar soluciones. La mejor descripción de Guatemala es una autocracia electoral: instituciones más o menos independientes y parcialmente controladas; y tiene elecciones más o menos libres con un electorado parcialmente controlado. El control lo ejerce una élite política amorfa que podemos denominar el oficialismo autoritario. No es una persona, es una clase aglutinada alrededor del interés de mantener el poder y ciertamente no tienen mucho amor por la democracia o el ejercicio de derechos humanos.
La mejor forma de identificar a este oficialismo autoritario es a través de los vehículos partidarios que utilizan. Todos sabemos quiénes son, los podemos encontrar en partidos desde Valor-Unionista, UNE, Cabal, Vamos, Humanista, unos pequeñines que ni siquiera vale la pena nombrar y los que intentan sustituirlos sin cambiar nada como Prosperidad Ciudadana, Poder y otros, en general los punteros en las encuestas. Con muchos matices, es complejo este oficialismo, no todas las personas necesariamente son demonios, hay puntos intermedios e incluso gente que simplemente está atrapada en el sistema. Señalarlos a todos de corruptos sería la mayor inexactitud discursiva que podría hacerse, por eso un discurso anticorrupción sirve de dos cosas… ustedes saben de qué, no creo que me dejen escribirlo acá.
La autocracia electoral del lado de las instituciones expresa mayormente el problema de cooptación (con matices desde luego) en el Ministerio Público (MP), Contraloría General de Cuentas (CGC), Tribunal Supremo Electoral (TSE), Corte Suprema de Justicia (CSJ) y la Corte de Constitucionalidad (CC). No es una cooptación total, no podemos decir que las instituciones abdicaron completamente a sus fines pero sirven en puntos estratégicos al oficialismo para mantener el control electoral del país, y un gran ejemplo es la eliminación de la competencia electoral incómoda, no de toda, solamente una parte. Las elecciones por otro lado tienen el gran problema que el electorado no tiene plena libertad, no únicamente por el veto del oficialismo sobre algunas candidaturas, sino por un sistema clientelar bien aceitado a través de estructurales territoriales que saltan de partido a partido con gran facilidad, recursos públicos con las alcaldías y sus caciques, financiamiento desmedido lícito e ilícito; el electorado es más bien una masa para manipular al gusto, no todo pero lo suficiente para mantener control.
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La solución son fuerzas progresistas y alternativas electorales, pero armarlas es más difícil que conseguir cita en el IGSS para consulta externa. También se les puede identificar con partidos: Semilla, Winaq, URNG, MLP, VOS (más o menos), Celeste (si llega a nacer alguna vez) y otros que vendrán. Estas fuerzas electoralmente no representan una gran oposición para el oficialismo autoritario, juntas quizás podrían pero existen diferencias bastante difíciles de reconciliar, y con la gran desventaja que compiten en un sistema parcialmente controlado que les bloquea o compite en situaciones desiguales de recursos y mecanismos de organización antidemocráticos. No obstante, no hay otra alternativa, no habrá un jinete al quinto día viniendo del oriente en caballo blanco al rescate, no habrá CICIG u organismo internacional que nos salve, la batalla es política y electoral.
Las fuerzas alternativas o progresistas se encuentran en una gran encrucijada, por un lado, no tienen los huevos y recursos para jugar lo suficientemente sucio para competir con el oficialismo autoritario, por otro lado, tampoco tiene la suficiente vocación democrática para ejercer de manera distinta el poder a lo interno de los partidos para consolidar una masa electoral lo suficientemente crítica para crear un cisma en el sistema electoral que haga contrapeso al oficialismo autoritario. Los partidos alternativos progresistas no son lo suficientemente malos ni buenos para transformar, son cascarones electorales (no partidos) que se dedican a hacer llegar a algunas personas al Congreso que forman pequeñas bancadas para pasar cuatro años señalando al oficialismo de corrupto, pero sin transformar, sin crear discurso ni tampoco construir verdaderos partidos que puedan amenazar al oficialismo. También se les entiende, no es de soplar y hacer botellas, es muy difícil tener incidencia dentro de una autocracia electoral como fuerza alternativa, la competencia es injusta y el electorado que se encuentra de rehén con el sistema clientelar del oficialismo no ayuda.
La organización y construcción de partidos es el camino y la esperanza, pero partidos de verdad, no ejerciendo el poder y dinámicas que tradicionalmente se han utilizado por los demás partidos, sino que puedan generar una transformación social en el electorado que no tiene que ser enorme o mayoritario sino únicamente lo suficientemente crítico para crear contrapeso real al oficialismo. No será fácil, pero creo que se puede empezar por dos puntos básicos: discurso y democracia interna. En próximas columnas desarrollaré estos dos puntos.
Se puede contrarrestar el oficialismo autoritario, la historia nos enseña que las transformaciones son posibles, no será fácil pero lo más importante a entender desde las fuerzas alternativas y progresistas, es que nos necesitamos unidos como personas, con hermandad y empatía, con paciencia y el oficialismo autoritario podrá tener el poder en este momento, pero nunca tendrála razón, esa es nuestra ventaja.
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