Estudiantes contra medios, #yosoy132. Algo (una primavera) está pasando en México
Estudiantes contra medios, #yosoy132. Algo (una primavera) está pasando en México
Un abucheo, un ninguneo y prendió la mecha. La aburrida campaña presidencial mexicana que entronaría a Enrique Peña Nieto (PRI) este 1 de julio tuvo un cambio de guiones con el ingreso a la arena política de estudiantes universitarios, que crearon un movimiento contra la manipulación de los medios de comunicación y de los políticos. Una integrante lo cuenta en primera persona en Animal Político.
(Introducción de Martín Rodríguez)
La cuestión es tan inesperada como si en la campaña de 2015 en Guatemala cientos o miles de estudiantes de la Universidad Rafael Landívar (hermana de la Universidad Iberoamericana en el D.F) criticaran y abuchearan al candidato presidencial que fuera adelante en las encuestas, que fueran ninguneados por Canal 3, Prensa Libre y el partido aventajado, y respondieran con una campaña viral y manifestaciones contra los medios por manipular a la opinión pública.
Todo empezó el 11 de mayo, hace tres semanas, cuando cientos o miles de estudiantes de la Universidad Iberoamericana abuchearon al candidato que aventaja en las encuestas, Enrique Peña Nieto, del PRI, en una visita a esa casa de estudios. El acontecimiento no fue relatado con veracidad por Televisa y los medios en el país y el jefe de campaña del PRI tachó a los jóvenes de ser "pseudoestudiantes", "unos treinta porreros", "acarreados". Lo que siguió fue un video de 131 estudiantes mostrando sus carnés estudiantiles, un movimiento que se denomina "yo soy 132" en solidaridad con los estudiantes, manifestaciones y peticiones concretas al Instituto Federal Electoral para que el debate presidencial sea en cadena nacional y sea transparente el conteo de votos. El 50 por ciento de mexicanos se uniría a "Yo soy 132" si tuviera la oportunidad, según una encuesta de Demoscopía publicada la semana pasada.
Plaza Pública reproduce el artículo que "una 132" escribió y las fotos que publicó el 24 de mayo en AnimalPolitico.com
Por Gisela Pérez de Acha
Todo empezó un jueves a la media noche con un hashtag y un grupo en Facebook:
sube tu video, enseña tu credencial, tuitea, difunde… se me hizo un hoyo en el
estómago de pensar en lo que venía. Ya era la una de la mañana y, hasta entonces,
eran sólo esperanzas.
Dormí cinco horas ese día, todavía de camino al trabajo me palpitaba el corazón. Revisaba Twitter cada cinco minutos, esperando que #YoSoy132 se hiciera trending topic. Para las 11 de la mañana, empezaron las marchas en distintas universidades. El mensaje era #YoSoy132 en solidaridad a los 131 alumnos de la Ibero (vea el video de los estudiantes que desató el movimiento): los acarreados, pagados, “porros”. Claro, en nuestra incipiente democracia, es inconcebible que con tantos puntos arriba, alguien le grite a “El Candidato”: ¡Asesino!.
Marchamos entonces a Televisa con un mensaje claro: nuestra solidaridad consistía en la exigencia de medios de comunicación transparentes y democráticos. El inicio de un todo.
Llegué caminando a la Estela de Luz. Eran las 6 en punto y ya habían 500 personas.
La Estela de Luz es el escenario perfecto, un podio hundido en forma de coliseo, y al centro, el monumento a la corrupción en forma de galleta comercial.
Cuadras antes de llegar, este escenario me recibió con voces coreando: “¡¡Queremos escuelas, no tu Suavicrema!!”.
El aire en la Suavicrema era joven y revoltoso. Había fresas, hippies, gente con rastas, con pelos aplastados en gel, barbudos, mirreyes, derechas y izquierdas…pero todos cantábamos al mismo tiempo las consignas ingeniosas que se le ocurrían al compañero de al lado, no importaba quién fuera. Daba la sensación de ser un concierto de rock, una masa, una colectividad en la que la individualidad se pierde, canta, se esfuma, baila, grita y se emociona…
Ya lo había dicho Lipovetsky, la postmodernidad perdió el sentimiento de emoción por una causa. Pues hoy la emoción se reivindicó, y seguimos todos los Códigos de ética que conocíamos: los de un concierto masivo de rock.
Entran a la escena los estudiantes artistas: “¡¡Alerta, alerta, la lucha que camina: la lucha estudiantil por América Latina!!”. Traen pancartas verdes, escandalosas, tambores, y consignas por el arte y la cultura.
De repente vuela una piñata, que por la deformidad de su cara, no podía ser otra cosa más que “La Maestra”: ese personaje innombrable que recuerda un globo, que se infla más y más, rompe el techo, toca el cielo, adquiere personalidad propia y aprieta la mandíbula. Entonces el miedo es terrible. El globo gigantesco, ya deforme, persigue a los vecinos, que de lejos, parecen granos de arena huyendo de un fatal destino.
“¡¡Elba Esther, Elba Esther: tu también vas a caer!!”. Mientras esto se gritaba, la piñata ya deshecha, pasaba por las manos juguetonas de todos los estudiantes.
La sensación era desorganizada, espontánea, pero sobre todo intuitiva. Había una regla implícita: escuchar el lema del compañero de al lado para que el grito de protesta se generalizara. Era un orgullo estudiante, universitario y rebelde.
Predominaba el tono de hartazgo ante el mundo con el que nos tocó lidiar: “¡¡Hay que estudiar, hay que estudiar, el que no estudie como Peña va a acabar!!”.
Manos al aire, puños cerrados, bailes exóticos, tambores y pancartas de colores moviéndose como extensión de nuestros cuerpos. Todo acompañaba los gritos.
La euforia y la emoción crecían con el tiempo: para las 18:20 ya eran alrededor de
mil 500 personas.
Las pancartas eran originales, todo se valía. Desde una cartulina blanca escrita con plumones, a dibujos ingeniosos, diseños, frases, letreros y leyes. Uno que otro muy expresivo aprovechó la ocasión para disfrazarse. Los iphones, ipads y cámaras fotográficas invadían el ambiente. Ahora nos toca a nosotros. Ésta es la era de la información.
Todo era una expresión eufórica y encaminada, pero sobre todo externada. Se ha intentado establecer un paralelismo entre lo de ayer y el movimiento estudiantil del ’68. Pero yo creo que son diferentes: esta vez, nadie tenía miedo. Todo era válido porque todo era tuiteable. A fin de cuentas, todos somos iguales, y todos estamos hartos.
Un megáfono del “Comité Organizador” intentaba seguir con el programa de actividades para la tarde. Pero una protesta no tiene programa. Programar una protesta es contener la euforia, no dejarla explotar, limitar el proceso de creatividad colectiva; es pretender dirigir a una masa que se queja justamente de que ya no quiere ser dirigida, no en los términos en los que se ha hecho. La expresión de esta protesta era explosiva: estábamos formando parte de algo inmenso. El individualismo nos había comido mucho tiempo.
Para las 18:40 empezamos a movernos al Ángel en una suerte de inercia. No había megáfono que pudiera abarcar las dimensiones que para esa hora la marcha había adquirido: éramos cerca de 5 mil personas.
“¡¡Un carril, un carril, por la marcha estudiantil!!” Empezaron a corear los miembros del “Comité Organizador”. Portaban playeras negras y gafetes: #YoSoy132.
Pero la marcha, a los 50 minutos de haber empezado, por definición estaba fuera de control. Fue un sentimiento sublime. La protección y el sudor de la colectividad funcionaban como un abrazo ficticio.
Abarcábamos ya el carril completo de Reforma que va de la Suavicrema al Ángel de la Independencia. Y ahí estaba el Ángel, elegantemente esperando a que llegáramos a sus escalones para servir de monumento y esfinge fotogénica a nuestros reclamos: “¡¡México despierta, ésta es la encuesta!!”.
El Ángel posaba para las fotos mientras el piso vibraba al canto de miles de personas –a este punto ya incalculables–: “¡¡el que no brinque es Peña, el que no brinque es Peña, el que no brinque es Peña…!!”
Y todos saltábamos. Qué oso ser Peña. Qué oso votar por Peña. Qué oso Televisa.
El piso se empezó a mover, me recordó a los temblores que ha habido últimamente en
la ciudad: todo en mí se estremeció.
Supuse que el piso temblaba porque estábamos cerca de aquel terreno fangoso del que
siempre nos platicaron en nuestras clases de historia (aquel responsable de que Bellas Artes
se encuentre hundido).
Voltee para atrás. Reforma ya estaba plagada de gente. Todos saltaban: por eso temblaba el piso.
Mientras nos acomodábamos a los pies del Ángel se escuchaba: “¡¡Enrique, se siente, la prole no te quiere!!” Yo no podía contener la emoción. Jóvenes estudiantes, desorganizados y emocionados (y alguno que otro adulto entusiasta muy bienvenido).
Ya en el Ángel, cada quien tomó su lugar para la foto. Un grupo empieza a gritar con todo su pecho “¡¡Mé-xi-co, Mé-xi-co!!”, casi a manera de porra de fútbol. Sin coordinación, se escucha en la otra esquina “Sin PRI. Sin PRI”. La masa de la marcha termina englobando el mensaje de la protesta a manera de coro cantado por todo Reforma: “¡¡Mé-xi- co!!” “¡¡Sin PRI!!”
Eso no se organiza, no se reprime, no se busca, no se incita. Eso nace. Es la esencia misma de una protesta. Cantar a coro y a todo pulmón un mensaje compartido.
Un par de miembros del “Comité Organizador” reprimían estas consignas manifestando que el movimiento era apartidista. Pero por esencia, ya tenía una hora y media de haberse salido de control.
Sobre las escaleras del Ángel alcancé a ver todo Reforma tapizado de gente. Ya esas alturas, éramos más de 20 mil. “¡¡No somos uno, no somos 100, prensa vendida: cuéntanos bien!!”
Y entonces, voces dispersas empiezan a cantar el himno nacional. Poco a poco nos unimos todos, movidos por una especie de patriotismo que nunca nos había pegado “¡¡mexicanos al grito de guerra!!”
Mientras tanto, vuelan en el ambiente globos negros con las caras de Salinas y Peña Nieto. Todo era muy real: globos negros flotantes en nuestras conciencias, revirando alrededor del Ángel y nosotros estudiantes, declarando.
Al final del himno, la euforia aumentó. Para mí, todo se había consolidado: “¡¡Si hay imposición, habrá revolución!!” Puños al aire, cabellos alborotados, tambores, bailes y pancartas. Nada como el español del mexicano que de manera chusca y rítmica, dice todo en unas pocas palabras.
Se hacía de noche. La marcha en el Ángel se empezaba a diluir. Unos gritos agitados
decían “¡¡al Zócalo!!”. Otros tantos iban por el pez gordo y marchaban a Televisa Chapultepec: “¡¡Estudiantes informados, jamás manipulados!!”
Yo mientras tanto, recorría de regreso las calles vacías que todavía permanecían cerradas. A lo lejos se veía el rojo y azul de las sirenas. El pavimento estaba tibio, y guardaba todavía la euforia de los pies que habían pasado por ahí. Eran las 20.33 horas. Fue mucha vibra, mucha emoción. No creo que Reforma ni el Ángel puedan olvidarse de eso pronto.
El inconsciente colectivo se manifestó hoy en forma de protesta. Diferentes ideologías se amalgamaron en un grito generalizado de hartazgo. Las protestas son reactivas, producto de situaciones de tensión generalizadas. No necesitan un pronunciamiento porque per se lo son. Son furor, euforia, arte y expresión. Intentar domarlas es limitarlas. Hoy se prendió la mecha de una sociedad que estuvo dormida más de 100 años. Lo que salga después, puede cobrar sentido, pero el furor colectivo de hoy es simplemente eso.
Lo único que espero, es poder gritar por un buen tiempo más, al mismo ritmo de hoy: “¡¡El aire todavía, está cargado de rebeldía!!”
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