Alejandro Maldonado tiene responsabilidad en las condiciones actuales de la Secretaría Ejecutiva de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Seconred). Pero no debemos olvidar que hay muchas otras personas implicadas en un fenómeno interesante y atípico para el Estado guatemalteco.
Desde mi perspectiva, que no está exenta de afecto por la Conred como sistema, para juzgar a Alejandro Maldonado y a su equipo debe considerarse lo siguiente:
Es difícil encontrar en Guatemala una institución que haya tenido un desarrollo sostenido durante 20 años sin haber sido botín electorero o sin haber barrido con sus cuadros técnicos al inicio de alguna administración. Acaso el Banco de Guatemala es de las pocas entidades que pueden mostrar profesionales de carrera, y la Seconred es un ejemplo para las entidades de protección civil en todo el continente.
Hoy en día, en la Seconred deben trabajar más de 350 personas, de las cuales el 40 % tiene título universitario. Y entre el personal actual usted puede encontrar personas que comenzaron a trabajar en el Comité Nacional de Emergencia, que hasta 1996 era una dependencia del Ministerio de la Defensa.
En pocas palabras, la Seconred, como cabeza de un sistema interinstitucional, cuenta con presupuestos limitados (alrededor de 60 millones anuales) y con personal calificado, estable y bien pagado (con ciertas excepciones), así como con instalaciones, vehículos, tecnología, planes y procesos estructurados. Y lo mejor de todo es que esos recursos combinados en una institución civil funcionan bien y se expresan en una cultura organizacional de servicio reconocida por la población.
Otro dato interesante es que, pese a las limitaciones presupuestarias, el Centro de Operaciones de Emergencia (COE) para el nivel nacional y todo el entramado institucional para hacerlo funcionar no tienen nada que envidiarles a sus entidades homólogas en países desarrollados. Incluso, me atrevo a pensar que, desde el sur del río Bravo hasta la Patagonia, usted difícilmente encontrará un centro de operaciones como el que existe en Guatemala, cuyas instalaciones y cuya tecnología combinan inversiones del Estado con aportes de cooperantes externos. Por supuesto hay capacidades de respuesta que deben corregirse, pero el COE nacional ya existe y funciona bien.
Para lograr lo anterior, no solo se requieren recursos. Es preciso que el personal tenga cierta estabilidad. Y eso se logra con planes, con estructuras humanas en las que cada quien conoce su trabajo y, por supuesto, con un equipo gerencial que se apoye en decisiones colegiadas.
Y, precisamente, la Seconred cuenta con varios equipos humanos altamente calificados, que con escasos recursos atienden necesidades en áreas como educación, gestión integral de riesgos, género, evaluaciones científicas del riesgo, sistemas de alerta temprana y otras acciones que no alcanzo a resumir en estas líneas.
Por supuesto hay procesos que pueden mejorarse. Y estoy seguro de que en estos 20 años hubo errores y problemas que merecen ser ventilados. Pero hay algo que puede sorprenderle y que se ha convertido en una especie de tradición institucional.
Desde el impacto de la tormenta tropical Mitch en 1998, pasando por Stan en 2005, hasta el fenómeno Agatha-Pacaya en 2010 o los sismos en San Marcos en 2014, todos y cada uno de los presidentes constitucionales han llegado a la Seconred y han tomado decisiones en el marco del decreto 109-96.
Incluso, para usted puede ser algo normal que cinco presidentes hayan dado declaraciones desde la Seconred y hayan tenido a su lado a un secretario ejecutivo.
Pues le cuento que eso no es normal. Muchísimas instituciones equivalentes a la Conred han sido descabezadas durante emergencias mayores en Latinoamérica y en otras regiones bajo el pretexto de que en situaciones de crisis se necesita a alguien al mando, como la primera dama de turno.
De ese modo, el desarrollo institucional también se les debe a Álvaro Arzú, a Alfonso Portillo, a Óscar Berger, a Álvaro Colom, a Otto Pérez y a dos secretarios ejecutivos, Jorge Ayala y Hugo Hernández, que ocuparon esas posiciones antes de 2000 y de 2004 a 2008 respectivamente.
Seguro que las auditorías nos darán imágenes más precisas sobre lo acontecido en la Seconred en estos años. Posiblemente habrá sombras, errores y procesos que puedan ser mejorados, pero no debemos perder de vista que destruir una institución es muy fácil. Conservar lo bueno y mejorarlo requiere capacidades especiales, experiencia y madurez que por fortuna tiene el nuevo secretario ejecutivo, el licenciado Sergio García Cabañas.
Conozco el sistema Conred por la interacción que he tenido con ella desde otras instancias durante los últimos 20 años. Por esa razón deseo que vengan otros 20 de desarrollo institucional, que serán una oportunidad para proteger lo bueno y trascender en temas puntuales que, dicho sea de paso, requieren presupuestos que hoy no existen. Por citar un ejemplo, las acciones de mitigación de riesgos tan urgentes para amplios sectores de la población ameritan que se legisle al respecto y que se incorpore a la Conred en esa dinámica.
Juzgue usted a las personas por sus acciones y a las instituciones por sus resultados, que en este caso he pretendido sintetizar. La atención de emergencias en Guatemala es todavía precaria. Y precisamente por eso es importante apoyar la institucionalidad y hacer nuestro el lema: «Todos somos Conred».
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