Confieso que al enterarme, hace casi dos meses, de que algunos pedían la renuncia de Baldetti y Pérez Molina, me pareció una idea terrible. Recordando aún la desafortunada iniciativa de los camisas blancastras el video de Rosenberg, temía que del esfuerzo no saliera sino más de lo mismo: golpismo solapado, clasismo, racismo y arranques de neofascismo tropical en nombre del ardor ciudadano.
¡Cuán equivocado estaba! Bajo la bandera del #RenunciaYa, la ciudadanía que se ha dado cita los sábados en la plaza central y en otras plazas de todo el país demostró su hartazgo por los políticos de siempre, repudió la corrupción del Gobierno y planteó una demanda concreta: la salida de las autoridades responsables del latrocinio. Tras décadas de silencio, la gente entendió que debía organizarse y alzar la voz y que la tarea no sería ni fá...
¡Cuán equivocado estaba! Bajo la bandera del #RenunciaYa, la ciudadanía que se ha dado cita los sábados en la plaza central y en otras plazas de todo el país demostró su hartazgo por los políticos de siempre, repudió la corrupción del Gobierno y planteó una demanda concreta: la salida de las autoridades responsables del latrocinio. Tras décadas de silencio, la gente entendió que debía organizarse y alzar la voz y que la tarea no sería ni fácil ni corta.
La movilización no ha sido simple adorno urbano, sino una auténtica caja de resonancia a la persecución penal iniciada por la Cicig y el Ministerio Público. El reclamo ciudadano validó lo que apenas semanas antes seguía en duda incluso para muchos ciudadanos: la pertinencia de renovar el mandato de la comisión.
Sin embargo, el tiempo va pasando y los actores políticos se acomodan. Con insolente mezcla de obcecación y condescendencia, lo que va quedando del maltrecho gobierno, sus padrinos empresariales, los desacreditados líderes políticos y hasta algunas representaciones internacionales mandan una señal arrogante a la gente que se ha reunido en la calle: «Hay que respetar la institucionalidad» (como si no lo supieran). Y que yo traduzco así: «Está bien, chicos. En adelante nos haremos cargo nosotros».
¿Se harán cargo? Seguir los cauces institucionales suena bien. Y todos queremos construir antes que derrumbar, pero ¿dejando en el timón de las instituciones a las mismas personas que las desvirtuaron? Hágame el favor. La semana pasada nos ofreció dos ejemplos: uno, de su deslealtad; y el otro, de la limitada imaginación que derrocha la gente que pretende hacerse cargo.
El primer ejemplo es la instalación por el Congreso de cuatro mesas de trabajo para discutir reformas a algunas leyes críticas. Excelente idea hasta que nos percatamos de que las mesas han sido instaladas en una habitación de vidrio. Adentro, los diputados y sus adláteres actúan como quienes dialogan. Pero apenas del otro lado del vidrio, visto pero invisible, el ciudadano gesticula, pide la palabra, habla y es ignorado (como se muestra en el video a continuación). A los diputados, el ágora entera les cabe en el mismo sitio donde no les pega el sol. Y les importa aún menos.
El segundo ejemplo, la guinda en el pastel. Salen en conferencia de prensa el maniatado presidente y el embajador de Estados Unidos. ¿El magno anuncio? (Espere, espere). Les aplicarán pruebas de polígrafo a los funcionarios de la SAT. ¡Parieron los montes! La gente pide que se vaya Pérez Molina, y los de la foto responden proponiendo enchufar empleados públicos a maquinitas inútiles. Sabios importados harán diagnóstico de la SAT cuando aquí ya propios y ajenos tienen propuestas y sobran ganas para abordarlas. Difícil malgastar la ocasión histórica con más eficacia. Y todo en nombre de la estabilidad, así el precio sea la oportunidad de cambio. Un siglo de malas experiencias y dolor no han alcanzado para que en la avenida de la Reforma aprendan la lección que atisbó McFarland (que lo primero es hablar con la gente) y la lección que insinuó Chacón (que lo primero es sentarse con las víctimas).
Pero no estoy aquí por los diputados desleales o por los amigos que no aprenden, que ya tendrán ellos que sacar sus propias conclusiones. Escribo por usted y por mí, ciudadanos. #RenunciaYa empezó como demanda puntual, pero es mucho más. Es reconocer que las instituciones son indispensables, pero que los ladrones deben irse. Este es el precio que deben pagar por su abuso. Cualquier cancerólogo se lo explica: con una sola célula que deje, todo el tumor volverá a crecer.
Hoy no me cabe duda de que de este lado del #RenunciaYasomos más, aunque no tengamos poder ni sepamos ejercerlo. Aún. Porque, al renunciar a la pasividad, con empeño y buena voluntad aprenderemos una vez más a organizarnos, a hacer política y a manejar las instituciones. Los que se ponen de aquel lado apuntalan el mal en nombre de sus cálculos y miedos, y serán siempre los menos. No ayudan a su propia causa. Y ciertamente no ayudan a la nuestra, a la democracia.
Félix Alvarado
Autor
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Me formé como médico. Soy consultor, empresario, inventor de iniciativas de educación real y virtual. Si me alcanza la vida, todavía seré otra cosa. Cuando puedo, tomo fotos y a veces escribo. Se me acaba la paciencia con la gente que no se equivoca. Sobre todo se me acaba con los que no quieren el bien de los demás. Porque me quita el sueño el «cómo» del cambio social, he decidido meter el hombro a Movimiento Semilla.
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