El viaje lo realizamos la Coordinadora de la Carrera de Medicina, la Subdirectora Académica y yo por parte del Campus San Pedro Claver, S.J., de la Verapaz. Nos acompañó un piloto del Campus San Borja, S.J., de la ciudad capital, hecho que me permitió mirar y observar más allá de la carretera y fueron tres los escenarios que pude discernir acerca de esa Guatemala adentro que ignoramos o soslayamos.
La primera mirada Guatemala adentro llama a la conciencia. Llegados al territorio de Chisec, comienza a verse el oleoducto que lleva el petróleo a Izabal y de allí a los puertos de destino por medio de los barcos que lo transportan. Es petróleo de Alta Verapaz, es petróleo de Guatemala y también son de Alta Verapaz y de Guatemala muchos niños que, sentados cerca o encima de los enormes tubos, lucen las más precarias condiciones de salud y vestuario que pueda imaginarse. Uno se pregunta: ¿cómo es posible que en un territorio que genera tanta riqueza se encuentren focos de pobreza tan marcados que sin verlos sería difícil concebirlos mentalmente?
La segunda mirada es en orden al desarrollo de los pueblos. Una de las dos noches que pernoctamos en aquellos lugares lo hicimos en la cabecera municipal de Fray Bartolomé de las Casas. No hubo un lapso, tan siquiera de tres horas, sin que hubiese un corte de energía eléctrica. Ya en el hospital del municipio nos enteramos de las penalidades que pasa el personal de salud a causa de ello. Y, como si hubiésemos estado en una manga de tiempo, a ratos me pareció estar en el Fray Bartolomé de las Casas que conocí allá por los años 70 del siglo pasado, cuando las calles eran una especie de veredas con hoyos. También tuve la oportunidad de visitar el pujante municipio que fue allá por 1987. Era una promesa en todo sentido. Ahora, nos impresionó el abandono de las calles, ver postes de cableado de energía eléctrica a mitad de las vías, el ostensible deterioro de las viviendas y las preguntas mentales se perfilaron así: ¿qué sucedió en estas tierras? ¿Acaso está retrocediendo el tiempo?
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La tercera mirada fue en la Isla de Flores y en la comunidad de San Miguel Flores. En la Isla experimentamos los sucesos que a continuación describiré, en San Miguel nos lo plantearon como un problema (debido a la inseguridad que generan). Se trata de la enorme cantidad de migrantes que deambulan por las calles pidiendo dinero o alimentos. Yo tuve la oportunidad de dialogar con dos de ellos en momentos diferentes. Uno me dijo que era hondureño, otro me compartió que era venezolano (a decir verdad, su acento indicaba que no era de Venezuela). Pero en ambos casos la causa de su migración parecía ser la misma. Huían de la pobreza por falta de trabajo, huían del crimen organizado o de otro tipo que intentaba cooptarlos. «O te alineas o te mueres». Huían de la explotación del hombre por el hombre y también, por la necesidad de sobrevivir. Me cuestioné en el momento acerca de nuestro ser, estar y actuar de nosotros, los centroamericanos que no hemos tenido necesidad de migrar.
En las tres miradas Guatemala adentro la pobreza y la pobreza extrema lucían como grosera basa. Contrastaba ese contexto con la enorme, agresiva y millonaria inversión en propaganda política que encontramos desde la salida de Cobán hasta el último lugar que visitamos. Y las preguntas fueron: ¿de dónde sale todo ese dinero? ¿A quién le queda debiendo el político que pierde unas elecciones? Y, ¿a quién debe retribuir esa inversión el político que las gana?
Estos son los mejores momentos para discernir acerca de esas miradas Guatemala adentro.
Hasta la próxima semana, si Dios nos lo permite.
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