No argüiré acerca del congestionamiento vial que se sufre en la ciudad del futuro porque de todos es conocido, pero bastará, como una introducción ad hoc a mi artículo, compartir a los lectores que dicha persona duerme de 23:00 a 03:00 horas en su casa y de 04:30 a 06:00 horas en su vehículo, resguardado en un parqueo de la institución donde labora. Y como bien me dijo: «Soy afortunado porque me permiten ingresar al parqueo a las 04:15 horas. Es la única manera de estar puntual a mis labores dos horas y media después» (sic).
Para quienes me están leyendo fuera de Guatemala, esta situación es provocada por el congestionamiento vehicular que le impediría llegar en tiempo a su trabajo que dista de su hogar unos doce kilómetros. Sin ese embotellamiento tardaría si mucho, unos veinte minutos en tránsito.
A sí, la importancia del descanso para mantener a la persona en las mejores condiciones para atender a su familia y rendir mejor en el trabajo se ve abolida por esa falta de sueño adecuado porque el ser humano no es una máquina. Súmele usted el tedio de pasar hasta cuatro horas metido en un vehículo (mínimo dos horas en la mañana y otras dos en la noche), si bien le va. De esa cuenta, el sueño capitalino (el de vivir en la gran urbe) en Guatemala se va convirtiendo en un infierno. Sucede que, para afrontar los retos que la vida nos pone enfrente tenemos que tener dos pilares de tregua, uno concierne al sueño y otro a la sana diversión.
Respecto al sueño, Alexander Zatyrka Pacheco, S.J., nos dice: «Hoy en día hay toda una ciencia del sueño que nos ha mostrado que no basta meramente perder la conciencia un cierto número de horas para poder recuperarnos e iniciar con nuevos bríos nuestra cotidianidad. El sueño implica tiempo (clínicamente se habla de entre siete y ocho horas cada día), pero tiempo de calidad. Es decir, el tiempo de sueño hay que prepararlo con cuidado. La ciencia contemporánea nos ha enseñado la importancia de ciertos hábitos para asegurar que nos recuperemos realmente en las horas de sueño: dos horas de actividades relajantes antes de dormir (convivir con familia o amigos; buscar ambientes y temáticas agradables; evitar situaciones estresantes, como noticias preocupantes o series o películas violentas), cenar ligero, evitar trabajo intelectual demandante, etcétera. En suma, hay que preparar el sueño para que realmente sea reparador».1
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En orden al ocio (la sana diversión), el autor citado puntualiza: «Otro elemento importante es el ocio. Me gusta mucho citar un dicho de tiempos del Imperio Romano que dice: “Quien no aprende el arte del ocio, está condenado al vicio de la ociosidad”. No es lo mismo el ocio —que realmente re-crea, que nos desintoxica, motiva y alimenta espiritualmente— que la ociosidad, las actividades seudorrecreativas (sic) que, en vez de ayudar a recuperarnos y descansar, nos dejan peor. Hay dos ociosidades en nuestra cultura contemporánea particularmente nocivas: la adicción a la información “de actualidad” (las noticias) y las redes sociales. Desde luego que ambas son medios importantes para ubicarnos correctamente en nuestro entorno, el problema es cuando les dedicamos demasiado tiempo y cuando creemos erróneamente que son recreativas».2
Las personas sumidas en la vorágine capitalina descrita no tienen tiempo de calidad, no pueden cumplir a cabalidad con los hábitos para asegurarse una recuperación adecuada en las horas de sueño, y menos convivir en familia entre dos y cuatro horas diarias con toda la cauda que ello conlleva, incluso, rupturas familiares. Así es esa ciudad del futuro, adjetivada como tal no sé si por desconocimiento o por una burla chusca de quienes pueden o pudieron, (desde los puestos de mando que ostentan o que ostentaron), hacer algo mejor por la salud emocional de la población.
Por esas razones veo el proyecto del metro impulsado por el gobierno del presidente Bernardo Arévalo y la Municipalidad capitalina como un inicio, tan solo un inicio del recorrido que ha de hacerse para recuperar integralmente la salud física, mental y emocional de los guatemaltecos. Seguro estoy que, de llevarse a cabo, vendrán otros similares que en los próximos dos decenios nos saquen del parqueo más grande y estresante de Centro América: Las calles de nuestra gran ciudad. Ese terrorífico parqueo nos afecta no solo volviendo tedioso un trayecto sino rompiendo y corrompiendo nuestro yo interno (el camino hacia adentro de mí).
Recordemos: No somos máquinas, la energía que utilizamos en el diario vivir no es ilimitada y su recuperación no solo consiste en mal comer y mal dormir. En pocas palabras, no somos ni debemos ser personas reducidas a la esclavitud por las circunstancias del día a día o por alguien (es) que se aproveche (n) de nuestro estado devenido de dichas condiciones.
Así, en el mes patrio y siempre: ¡Por la dignidad y la libertad!
1. https://christus.jesuitasmexico.org/el-cuidado-del-sujeto-en-la-espiritu...
2. https://christus.jesuitasmexico.org/el-cuidado-del-sujeto-en-la-espiritu...
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