El debate serio y de altura sobre la realidad de nuestro sistema tributario y su impacto en la desigualdad no solo es sano, sino también urgente y necesario.
Como era de esperarse, el foro Paraíso Desigual: Hacia un Futuro Más Equitativo, organizado por el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi) y Oxfam, causó revuelo y controversia. De ese modo, el evento cumplió su objetivo de promover un debate ideológico legítimo, que seguramente no queda resuelto en un evento público o en columnas de opinión.
...Como era de esperarse, el foro Paraíso Desigual: Hacia un Futuro Más Equitativo, organizado por el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi) y Oxfam, causó revuelo y controversia. De ese modo, el evento cumplió su objetivo de promover un debate ideológico legítimo, que seguramente no queda resuelto en un evento público o en columnas de opinión.
Con este espíritu de promover un debate de altura es que conviene atender las reacciones planteadas con argumentos y desechar las descalificaciones y los ataques estériles. Así, por ejemplo, merece atención y respuesta la columna del amigo economista Ramón Parellada publicada la semana pasada en el diario Siglo 21, por lo cual ruego disculpar la extensión inusualmente larga de esta columna.
El amigo Parellada titula su columna preguntando si «¿los ricos tributan menos del 2 %?», dato que, en los escuetos espacios de notas de prensa y sin la debida aclaración, ciertamente se presta a interpretaciones o generalizaciones erróneas. Valga entonces la aclaración de que el dato se refiere a la tasa efectiva (impuestos pagados como porcentaje de los ingresos brutos) de los contribuyentes del régimen sobre las utilidades de actividades lucrativas del impuesto sobre la renta (ISR), contenido en la Ley de Actualización Tributaria (sección III, capítulo III, título II, libro I), decreto 10-2012 del Congreso de la República.
En el contexto de este grupo de contribuyentes, el dato es correcto, y lo que el Icefi y Oxfam hacen notar es que, para los que tienen mayores ingresos en este régimen, pese a tener un tipo impositivo del 25 % sobre utilidades, las debilidades en el diseño de nuestro sistema tributario, tal el caso de los excesos en los denominados escudos fiscales (costos y gastos deducibles, exenciones, etcétera), hacen que estos contribuyentes en realidad terminen pagando menos del 2 % de su renta bruta. Esta tasa efectiva es demasiado baja cuando se la compara con la de los contribuyentes de otros regímenes o de otros países.
Por otro lado, Parellada, citando un trabajo del Cacif y de la Fundesa, asevera que «el problema de Guatemala es que pocos pagan impuestos y [que] esos pocos son precisamente las empresas y los más ricos, quienes sostienen al resto del país», lo cual es falaz y equivocado. El error en esta afirmación deviene de una confusión entre definiciones diferentes de qué es un contribuyente. Desde el punto de vista jurídico o legal, se considera contribuyentes a quienes tienen que cumplir las obligaciones formales con la administración tributaria, incluyendo a los responsables tributarios y a los agentes de retención, quienes figuran en el registro tributario unificado (RTU) de la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT).
Pero, desde el punto de vista económico, contribuyente es sobre quien recae la incidencia del impuesto, es decir, el que al final del día paga aunque no quede registrado ante la SAT. Por ejemplo, cuando usted va a un supermercado y compra algo, la tienda le cobra el IVA y es la responsable de trasladarlo a la SAT. Según el criterio jurídico, la tienda es el contribuyente, mientras que, según el criterio económico, usted es el contribuyente. El citado trabajo del Cacif y de la Fundesa refiere al número de contribuyentes en el sentido legal, pero no lo toman en cuenta a usted como contribuyente en su calidad de consumidor final.
Esto, al parecer, induce al error de afirmar que el IVA lo pagan los responsables tributarios, los vendedores, los agentes de retención, los emisores de facturas especiales, etcétera, cuando en realidad quienes cargamos con el pago del impuesto somos los consumidores finales. Con esta aclaración resulta que en realidad más del 60 % de la recaudación tributaria correspondiente a los impuestos indirectos lo pagamos todos los consumidores, una mezcla de personas naturales y de empresas, pero mayoritariamente de personas naturales, incluyendo a quienes están en situación de pobreza y pobreza extrema, y no solo los ricos y las empresas. Esta realidad es la que subrayan el Icefi y Oxfam.
Así, considerar que el número de contribuyentes en el sentido legal, incluyendo agentes de retención, responsables tributarios, emisores de facturas especiales, etcétera, es el total de contribuyentes es un error, y más grave cuando se pretende con ello sustentar la afirmación de que son las empresas y los más ricos, o los empleadores en general, los que sostienen el país. Creo que el amigo Parellada no tendría dificultad en reconocer este punto.
En lo que seguramente sí coincidimos con Parellada es en la magnitud de problemas como la informalidad, la evasión y toda forma de fraude fiscal, incluyendo el contrabando y la defraudación aduanera. Y para ello es que urge que la SAT continúe con el esfuerzo incipiente de ejercer el control tributario y la fiscalización reconociendo que la informalidad no es un problema solo del chiclero de la esquina, sino de sectores económicamente poderosos como el de la ganadería, en algunos casos hasta vinculado con actividades ilícitas o criminales que se realizan en áreas remotas del territorio nacional, en que la presencia del Estado es mínima o inexistente. Es decir, Parellada acierta al decir que parte de la solución no es fiscalizar solo a quienes ya pagan, lo que viene a ser como ir de cacería al zoológico, sino ir tras quienes hoy no están tributando aun teniendo la capacidad económica para hacerlo.
Finalmente, el amigo Parellada aborda el añejo debate en torno a si la política económica y el sistema tributario debiesen orientarse a reducir la desigualdad vía mecanismos redistributivos o a proteger el capital exonerándolo de cargas tributarias. Es un debate que incluye la aplicación o no del ISR a las rentas y a las ganancias de capital o la manera de crear más empresas y empleos de calidad. Este es un debate ideológico legítimo en el que seguramente no nos pondremos de acuerdo, por lo que toca dilucidarlo en el Congreso contando votos a favor o en contra para decidir las leyes que busquen implementar políticas y reconfigurar el sistema tributario. Con esto quiero decir ¡bienvenidos el debate de altura y la discusión política legítima con el amigo Parellada y con todo aquel que tenga propuestas e ideas!
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