La lenta y constante destrucción de los ecosistemas guatemaltecos es el resultado de generaciones de abuso de poder y otorgamiento de favores y privilegios a algunos, así como de los abusos y las usurpaciones de generaciones de corruptos terratenientes y mentes obtusas y ciegas que siguen negando la compleja realidad e historia de Guatemala.
Lo ocurrido en el río La Pasión, en Sayaxché, Petén, es uno de los crímenes más terribles que han tenido lugar en nuestro país. Han pasado ya 15 días desde que se vertiera veneno en la ribera del río La Pasión y la corriente lo llevase a lo largo de cientos de kilómetros río abajo, hasta ingresar en territorio mexicano. Miles de peces y reptiles fueron exterminados, y especies en alto peligro de extinción pudieron haber desaparecido. Docenas de especies de aves, reptiles y mamíferos han visto desaparecer su fuente principal de alimento mientras miles de seres humanos están enfrentando la que podría considerarse la peor amenaza contra su seguridad alimentaria que jamás hayan enfrentado en esa región. La causa y raíz de ese ecocidio tiene un nombre. Y ese nombre es egoísmo irracional.
Las ansias de enriquecimiento a través de monocultivos por parte de pseudoempresarios han causado que en repetidas ocasiones se vertiera veneno en el cauce del río La Pasión, según explica el reportaje «Río muere lentamente», publicado en Prensa Libre el domingo 21 de junio de 2015. Según la investigación de Carlos Álvarez, tan solo dos personas accedieron a hablar con él por temor a represalias. Las personas entrevistadas por Álvarez explicaron que accidentes como el de hace dos semanas han ocurrido en cuatro ocasiones anteriores y que la empresa bajo investigación pagó mordidas para comprar el silencio de los habitantes.
Los resultados del laboratorio luego de analizar las muestras de agua tomadas de la propiedad de la empresa Repsa (Reforestadora de Palma de Petén, S. A.) aún no han sido divulgados y habrá que esperar a que la justicia demuestre la culpabilidad o la inocencia de la empresa. Mientras tanto, el ecocidio de la diversidad biológica del río La Pasión es irreparable, y durante los próximos años la seguridad alimentaria de guatemaltecos y guatemaltecas que trabajan y se alimentan del río La Pasión se encuentra en peligro.
El envenenamiento de dicho río es tan solo una de las muchas acciones de seres humanos que de manera irresponsable y egoísta han destruido el cauce de este a lo largo de generaciones. La deforestación de la región puede ser observada en mapas históricos disponibles gratuitamente en línea. La rápida ampliación del monocultivo de palma africana y la falta de una visión a largo plazo que sea consistente con la búsqueda de beneficios racionales y objetivos por parte de los empresarios son la punta del iceberg. La fragilidad de nuestra tierra, de la tierra de todos los guatemaltecos y de todas las guatemaltecas, desde hace muchos años está siendo vulnerada y debilitada mientras muere en silencio.
La ausencia de controles gubernamentales estrictos que protejan nuestro territorio es evidente. Países más pobres y menos desarrollados que el nuestro ya han implementado regulaciones de protección de las aguas y de la tierra que en Guatemala son inexistentes. Los empresarios y los poderosos de esos países ya han comprendido que tenemos un solo planeta y que es necesario proteger la vida de todos los seres que conviven con nosotros de la manera utilitaria más objetiva, racional y sensata a la que se pueda llegar en determinadas situaciones y decisiones. Lo anterior lo han hecho porque comprendieron, a diferencia de nuestras élites, que para ser ricos y crecer no es necesario ser individuos egoístas e irracionales que abusen de su poder creador y pierdan de vista la seguridad y los derechos de los demás en el largo plazo.
Los casos de contaminación de nuestros ríos continuarán mientras sigamos disfrutando de nuestro barato aceite de palma o degustando los rones que nos hacen sentir orgullosos de ser chapines, como se puede apreciar en el artículo:«Un ron emborracha (y contamina) el río Popohuá», de Plaza Pública.
Es urgente que seamos nosotros, los empresarios que creemos en la libertad de los individuos como un valor importante y quienes creemos que el uso de la razón y de la objetividad es el camino idóneo para buscar la felicidad de todos y todas, quienes iniciemos hoy la discusión sobre la urgencia de establecer legislaciones estrictas que protejan nuestros recursos naturales y detengamos a esos afanosos que hoy en día destruyen y sangran nuestra tierra con industrias extractivas insostenibles, o bien expanden cultivos que luego abandonarán cuando ya no sean rentables para dejar atrás desiertos eriales. Si no hacemos esto hoy, quizá mañana seamos usted y yo quienes, sin saberlo, nos llevemos a la boca un vaso de agua envenenada proveniente de un río como La Pasión o cocinemos en nuestros hogares un pez que haya sido pescado en un río como Popohuá, en el municipio de San Andrés Villa Seca, del departamento de Retalhuléu, envenenado hace un año. Piénselo.
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