Tenía una paleta de cuatro o cinco colores variados, de diferentes verduras y hierbas nativas, todas producidas a diez metros de la mesa por esta familia y cultivadas sin agrotóxicos. Era justamente mi lema: comer local, de la agricultura campesina y producido de manera limpia para el suelo y para el cuerpo.
Soy estudiante tardía de Agronomía y seguiré defendiendo al pequeño campesinado y la agricultura familiar porque son los pequeños agricultores en el mundo quienes permiten que el 70 % del planeta se alimente. El otro 30 % es alimentado por un número muy escaso de poderosas agroindustrias que destruyen los suelos y la biodiversidad y que uniformizan los gustos y los sabores [1].
Urge defender la biodiversidad, así como la variedad y la libertad de las personas que producen. Por estas razones necesitamos apoyar el concepto de soberanía alimentaria, que incluye la seguridad alimentaria y, principalmente, el derecho de los pueblos a decidir sobre sus políticas agrarias y alimentarias.
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Es el derecho a decidir sobre lo que hay en nuestros platos la razón por la cual no queremos ninguna semilla ni planta privatizada.
Desafortunadamente, el 1 de octubre entró en vigor un Reglamento Técnico de Bioseguridad de Organismos Vivos Modificados (OVM) para Uso Agropecuario. Es decir, se va a permitir en Guatemala la importación, la comercialización y la siembra de semillas transgénicas que son únicamente propiedad de grandes empresas.
Se supone que esta es una solución para luchar contra el hambre, pero es una falsa solución.
Son cuatro o cinco megaempresas (Syngenta, Bayer-Monsanto, Dupont…) las que controlan el total de las semillas transgénicas en el mundo. Y estas mismas son las mayores fabricantes de agroquímicos.
Los transgénicos son vendidos como un paquete (herbicida agrotóxico + semilla transgénica) muy lucrativo para las megaempresas.
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Se le dice al agricultor que el herbicida será la solución fácil para que su parcela esté limpia y que la semilla transgénica que se le vende tendrá un alto rendimiento. A primera vista, esto parece la panacea por eficiencia y rendimiento, pero esa semilla transgénica no se podrá volver a sembrar por infértil, lo cual mantendrá las manos del agricultor atadas a la megaempresa. Además, en distintos estudios se ha encontrado que, durante los últimos 30 años, la agricultura industrial y su introducción de cultivos transgénicos han llenado el ambiente de agrotóxicos y han transformado la producción alimentaria global en una mercancía únicamente para los intereses de las grandes empresas transnacionales.
Toca escuchar a la Red Nacional por la Defensa de la Soberanía Alimentaria de Guatemala. Las semillas supuestamente mejoradas no han mejorado la situación del hambre. Por el contrario, como lo afirma también la Vía Campesina: «Para alimentar al mundo no se necesitan cultivos uniformes, de alta tecnología. Se necesita una diversidad de semillas en manos de millones de productores pequeños y medianos. El avance de las corporaciones de agronegocios, con transgénicos y agrotóxicos, amenaza gravemente esta opción, que es la que ya alimenta a los más pobres y a la mayoría de la humanidad».
El maíz transgénico importado será más barato que el local y obligará al agricultor a migrar cuando lo que queremos es un tejido rural fuerte para el desarrollo del país.
Necesitamos la participación de los pueblos indígenas y de todos los agricultores familiares, así como el reconocimiento de sus derechos, ya que ellos desempeñan un papel fundamental en la producción agrícola y, por ende, en la alimentación. Las semillas también han demostrado ser muy eficientes en sus zonas nativas pese al cambio climático. Siendo Guatemala un país megadiverso, esa biodiversidad con visión de lucha contra el hambre y de defensa de las semillas nativas es lo que debería predominar.
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[1] «Alrededor de 500 millones de los 570 millones de explotaciones agrícolas mundiales están a cargo de familias. Ellas son las principales cuidadoras de nuestros recursos naturales. Como sector, suponen el mayor empleador del mundo, suministran más del 80 % de los alimentos del mundo en términos de valor, son a menudo los principales productores de alimentos frescos y prosperan con la producción lechera, de aves de corral y de ganado porcino» (José Graziano da Silva, director general de la FAO).
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