El 19 de febrero de 2015, el Tribunal de Honor del Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala (CANG) sancionó al abogado Francisco García Gudiel, conocido como el Gato Gudiel, por «faltas gravísimas al código de ética». Hasta ahora cobra vigencia la sanción, tras casi dos años y medio de apelaciones y amparos. Con este fallo, la CC confirma la suspensión por un año de uno de los abogados mas infames y codiciados por políticos corruptos, así como por narcotraficantes y genocidas.
El Gato se ha resistido a la sanción del CANG hasta con los puños. Agredió físicamente y amenazó de muerte al entonces presidente del colegio, Marco Antonio Sagastume, a quien le dijo: «Lo vamos a eliminar. No va a quedar nada de usted». Pese a que el hecho fue denunciado ante el Ministerio Público (MP) en enero, el ataque sigue impune. Aun con testigos y fotografías de la herida provocada en el ataque, ni siquiera el presidente del CANG ha logrado que se investiguen los hechos. Por lo visto, la persistente y potente influencia del Gato Gudiel se extiende más allá de la judicatura y ha logrado penetrar hasta el MP.
El Gato se ha defendido de la sanción del CANG con la misma tenacidad con la que ha defendido a sus clientes. Ha empleado las mismas estrategias mediáticas que dieron lugar a la queja en su contra. En entrevistas ha despreciado el carácter y el trabajo del denunciante (Ramón Cadena, de la Comisión Internacional de Juristas), lo mismo que hizo en contra de los jueces del Tribunal de Mayor Riesgo «A» como parte de su estrategia de defensa de Ríos Montt durante el juicio de este por genocidio. Su intención ha sido clara: generar un circo mediático en el cual se pierda la cobertura del contenido del caso. Tristemente, los medios han caído en esta trampa y han gastado tinta en su teatro judicial, en sus insultos y acusaciones sin fundamento contra jueces independientes, en lugar de centrarse en las noticias reales.
Este estrategia, típica de él y de otros abogánsteres, se extiende a su actuar en la sala de audiencias: dedica muy poco tiempo a abordar los argumentos y los hechos del caso en sí y luego se la pasa tratando de desprestigiar a los jueces y al MP y enfocando sus esfuerzos en entrampar y alargar el proceso de cualquier forma. En repetidas ocasiones ha tratado de recusar a jueces por razones espurias, y su actuar, por lo general, se caracteriza por su conocimiento enciclopédico del Código Procesal Penal, por su agresividad y por su falta de respeto.
También ha ejercido el litigio malicioso en su propia defensa, para la cual se ha aprovechado de amistades personales en la Sala Primera de lo Civil. Se dio un fuerte abrazo con el juez presidente de dicha sala para que este le otorgara un amparo definitivo, en rebeldía contra una orden de la CC que le exigía a la sala fundamentar mejor su decisión anterior de blindar al Gato con un amparo provisional.
Qué suerte, entonces, que las vidas de los gatos no son infinitas y que la CC tuvo el valor de poner fin, al menos temporalmente, al acoso continuo que viven los jueces en las garras del Gato Gudiel.
La confirmación de la sanción en contra de Gudiel no solo debe resonar en otros abogados acostumbrados a ganarse la vida litigando maliciosamente, sino también debe servir como lección a los jueces cómplices, sin los cuales los intentos de entorpecer los procesos morirían en su cuna. Tolerar y facilitar el litigio malicioso es burlarse de la justicia, y su impacto transciende el caso con el que se relaciona: se siente en la desconfianza contagiosa de la población en su sistema de justicia y se refleja en el alto nivel de impunidad que existe en Guatemala. Esta resolución representa una victoria para la independencia judicial y debe servir como herramienta de empoderamiento para alentar a los jueces a ejercer su autoridad cuando se enfrentan a abogados abusivos y sin escrúpulos.
Si me permiten una metáfora felina más: por fin vemos a un gato caer de culo, y no de pie.
Más de este autor