La lucha por la presidencia del Congreso puede ser tan fútil y superficial como se quiera o tan relevante como la coyuntura lo ordene. En la coyuntura actual, la presidencia de Mario Taracena y la Junta Directiva han roto paradigmas añejos, incluyendo temas básicos como la publicación de la nómina salarial del Congreso, y han hecho noticia a su favor ante la opinión pública.
Para 2017, la coyuntura se marca entre la continuidad de Taracena, el relevo por un cuadro dentro de la misma UNE y el traspaso al oficialista FCN-Nación, el partido del decadente presidente Jimmy Morales. Como es usual en política, cada una de las tres opciones presenta ventajas y desventajas para todos los sectores con intereses, poder o preocupaciones por lo que acontecerá en el escenario político en 2017. Cada una tiene resultados e implicaciones para cada jugador de la baraja política, es decir, para cada sector con interés o poder.
La continuidad de Taracena, como todo en política, tiene ventajas y desventajas. Pero se percibe, por un lado, como la continuidad de las instrucciones en inglés, eufemismo usado por el mismo Taracena para referirse a la continuidad de la obediencia a conveniencia a los intereses de la embajada más poderosa en Guatemala. En contraste, dentro de la misma UNE figura el liderazgo del jefe de bancada, Orlando Blanco, antagonista de filas comunes de Taracena, más afín al sandrismo y que buscaría posicionar una agenda menos alienada al poder externo, pero alineada con la de Taracena en la depuración del Congreso y en el fortalecimiento del poder legislativo frente a más desatinos que aciertos del Ejecutivo.
Quizá en tercera posición esté FCN-Nación, el partido oficial de Jimmy Morales, con fichas tirando a lo impresentable como Javier Hernández o Édgar Ovalle, quienes en medio de la descalificación de la opinión pública buscan rescatar sus cuotas de poder dentro de la próxima Junta Directiva del Congreso para 2017. Para estos personajes, la presidencia del Congreso quizá no es lo importante, pero sí una silla en la poderosa Junta Directiva. Es decir, la influencia en la agenda legislativa y un voto en temas álgidos como antejuicios en contra de funcionarios del Ejecutivo.
Así, en los callejones oscuros de las negociaciones y encrucijadas por el poder legislativo, para Taracena quizá sea más valioso un acuerdo con los gánsteres del FCN-Nación antes que fortalecer a Orlando Blanco o a otros correligionarios de su propio partido, UNE, o de otros partidos no alineados al oficialismo. Esto, justo cuando ocurre la simultaneidad entre las decisiones votadas para la próxima Junta Directiva del Congreso de la República y el dictamen de la Comisión de Finanzas Públicas y Moneda sobre el proyecto de presupuesto para 2017, la principal decisión de la asignación de fondos a entidades y sectores geográficos para el año próximo.
Quizá un laberinto ajeno a la ciudadanía de a pie, pero, según creo haber aprendido de 2015, no tanto. Quizá debamos aprender a poner atención al tránsito en esos laberintos y a no tragarnos las versiones prefabricadas de los comunicados oficiales.
En años pasados la lucha por la presidencia del Congreso quizá era un asunto ajeno a la ciudadanía, pero ¿acaso los eventos de 2015 no ofrecían cambiar precisamente nuestra actitud a ese tipo de eventos? ¿Ha madurado suficiente la ciudadanía guatemalteca como para saber entender y valorar la importancia de lo que está ocurriendo en el Congreso?
¿Hemos madurado políticamente lo suficiente?
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