La primera balandronada de la que tengo conciencia la cometió Miguel Ydígoras Fuentes el 17 de abril de 1958, cuando en Benque Viejo (adonde llegó en calidad de turista) repartió ejemplares de la Constitución de la República de Guatemala a fin de provocar un escándalo internacional. Ydígoras no terminó su período presidencial. Fue derrocado no precisamente por los beliceños, sino por los guatemaltecos hartos de su corrupción.
La segunda no se llevó a cabo. Durante el gobierno de Kjell Eugenio Laugerud García (quien llegó a la presidencia en medio de un escandaloso fraude) se tenía planificado invadir Belice. Dos días antes del día fijado ocurrió el terremoto de San Gilberto (1976) y la operación fue abortada. ¿Qué habría sucedido ante la reacción de la armada inglesa? No quiero ni imaginármelo.
La tercera, no tan balandronada, la llevó a cabo Jorge Serrano Elías el 30 de octubre de 1992, cuando reconoció a Belice como un Estado independiente y dejó clara la voluntad de negociar una solución al diferendo territorial.
Ahora, para el domingo 15 de abril del presente año, se nos viene la consulta popular acerca del diferendo con Belice. Y entiéndase, por favor, que votaremos solamente para decidir si estamos de acuerdo o no con que sea la Corte Internacional de Justicia la que resuelva las diferencias territoriales, insulares y marítimas que tenemos desde hace más de 150 años.
A mi juicio, saber y entender, ya es tiempo de solventar esa cuestión. Sin embargo, yo habría esperado más seriedad en dicho proceso. Por ejemplo, tratándose de un sí o un no en relación con dicha corte, ¿habría valido la pena esperar hasta las próximas elecciones generales y ahorrarnos así 300 millones de quetzales? Yo creo que sí.
A mi juicio, saber y entender, yo habría esperado que se socializara más dicha consulta. Recién culminé un viaje por el Caribe guatemalteco y estuve cerca de la confluencia de Izabal y Belice. Entrevisté a varias personas, y ni una sola supo responderme respecto a sobre qué se votaría y por qué se votaría.
A mi juicio, saber y entender, los pueblos originarios nunca fueron consultados con relación a dicho diferendo. No pocos colectivos q’eqchi’ beliceños y guatemaltecos tienen el mismo pensar, el mismo sentir, y obedecen a la misma cosmovisión. Pero nuestros gobiernos, provenientes del ladinazgo, los han ninguneado. No solo ahora, sino desde la llegada de los ibéricos y los ingleses a nuestras tierras verapacenses, peteneras y beliceñas. Ha de recordarse que Samonqá era un solo territorio, que tomó luego los nombres de Tezulutlán y Verapaz. Y la diáspora q’eqchi’, originada mucho antes del diferendo, fue delimitada territorialmente por el mundo occidental no pocas veces a sangre y fuego.
Por todas esas razones no deja de generarme desazón el absoluto desconocimiento que hay en la población acerca de lo sucedido históricamente en relación con Belice y, en consecuencia, las insulsas peroratas en las redes sociales que van desde ofrecerse para ir a pelear, como si de una guerra se tratara, hasta diatribas que dejan sin lugar a la inteligencia.
El Colectivo Región Norte, de origen q’eqchi’, recién publicó en su página un fragmento literario que es casi un lamento. Expresa: «Qué duro es escuchar lo que dicen: que no somos hermanos, que nuestro pueblo no es uno solo. Es duro pensar que nuestra raíz no es la misma, que la tortilla que comemos y el cacao que tomamos no nos fueron heredados por nuestras abuelas y nuestros abuelos. Si los hijos de la tierra hemos sembrado maíz, frijol y chile en estos cerros y estos valles desde siempre, ¿por qué nos dividen?, ¿por qué nos separan?».
El antropólogo Carlos Rafael Cabarrús, S. J., fue el primer académico en consignar en una de sus obras el saludo de un q’eqchi’ beliceño cuando recibe a los verapacenses: «Xwil jun sut chik, ru lin tenamit», que significa: «Nuevamente he visto el rostro de mi pueblo» [1].
Sin duda, y dejando al resguardo nuestra soberanía, la cuestión de Belice debe finiquitarse. Empero, ¿no aconseja el buen seso tomar en cuenta la determinación de los pueblos originarios?
[1] Cabarrús, Carlos Rafael (2006). La cosmovisión q’eqchi’ en proceso de cambio. Guatemala: Iximulew. Pág. 91.
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