La reflexión más importante gira en torno al quehacer del Estado para incrementar el bienestar de la población: «La política social no puede seguir siendo considerada una ambulancia para recoger a los heridos de las fallidas políticas económicas neoliberales». Es decir, los Gobiernos deben llevar a la práctica una política social que provea de bienes públicos a todos sus ciudadanos y que construya la igualdad generando oportunidades para los menos favorecidos y convirtiendo los privilegios de la élite en derechos de la ciudadanía.
¿Qué han hecho los países de la región? Paso a utilizar el ejemplo que le fascina a la derecha guatemalteca: Chile.
Esta nación sudamericana lleva a la práctica el programa Chile Crece Contigo, que promueve la equidad desde el comienzo de la vida y realiza un seguimiento personalizado del desarrollo de cada niño y niña durante su primera infancia, desde el primer control de gestación en el sistema público de salud hasta su ingreso al sistema escolar en el primer nivel de transición o prekínder. Incluso se estableció una ley de alimentación extensiva al padre, gracias a la cual el progenitor puede disponer de al menos una hora diaria en su jornada de trabajo para destinarla a la alimentación de sus hijos menores de dos años. ¿Se imagina usted esa práctica en Guatemala? Sin duda alguna se generaría la histeria de la derecha y la derecha extrema, que la tildarían de populismo. Y esa reacción no sería más que una medida de su desconocimiento o desidia en materia de políticas públicas de equidad de género y desarrollo de la primera infancia.
Para no hablar más de Chile, el programa alcanza sus metas y es replicado en Uruguay bajo el nombre Uruguay Crece Contigo.
En Cuba, el 54% del gasto público es destinado a educación y salud. Los integrantes del personal que atiende a los infantes en el nivel inicial tienen como profesión la pedagogía o el trabajo social.
Ecuador, por su parte, ejecuta el programa Centros Infantiles del Buen Vivir, que atiende a cerca de 97 000 infantes 240 días al año, ocho horas diarias, y proporciona a estos cuatro ingestas diarias de alimentos con una inversión diaria, solo en alimentos por cada niña y niño, de US$2.70. También ejecuta el programa Creciendo con Nuestros Hijos, que consiste en actividades grupales sobre estimulación temprana y nutrición y atiende a 220 000 infantes.
En Guatemala, la tasa de cobertura del nivel inicial para 2012 fue de 5.2%, más del 80% concentrada en el área metropolitana. La inversión diaria para la alimentación de alumnos es de apenas 18 centavos de dólar por cada uno. Además, lejos de que se puedan abordar integralmente las necesidades de la primera infancia, el programa de transferencias condicionadas ha visto reducir sus asignaciones presupuestarias de 1 138.0 millones de quetzales en 2010 a 676.7 millones en 2015. Lamentablemente, las perspectivas en el futuro son viles, pues el presupuesto multianual propone reducciones aun mayores, hasta incluso los 414 millones de quetzales. Si esto se combina con la iniciativa de reducir el salario mínimo a la mitad en cuatro municipios, los guatemaltecos podremos tener la certeza de que jamás disminuiremos la pobreza extrema.
Por último, hago referencia a la derecha guatemalteca, pues es la que ve el cumplimiento de los derechos humanos como populismo. Si yo fuera de derecha, entendería que la mejor política económica es una buena política social.
«Invertir y gastar con calidad en la niñez es jurídicamente obligatorio, económicamente rentable, políticamente conveniente y moralmente correcto».
Jorge Cardona, Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas
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