Pensaba en lo mucho que quiero saber si te acordás de mí afuera, de cuando caminábamos hasta que nos dolían los pies y poníamos las manos sobre cosas, cuando podíamos tocar y respirar el aire de otros. Es que yo no puedo recordarlo bien ahora porque mi cabeza está en otra parte. Además, siempre he sido poco puntual para recordar, aunque inevitablemente, hace un par de días, sí pude pensar en mi amigo que no sabe que es poeta, en lo mucho que quiero volver a encontrarlo cuando abandonemos el e...
Pensaba en lo mucho que quiero saber si te acordás de mí afuera, de cuando caminábamos hasta que nos dolían los pies y poníamos las manos sobre cosas, cuando podíamos tocar y respirar el aire de otros. Es que yo no puedo recordarlo bien ahora porque mi cabeza está en otra parte. Además, siempre he sido poco puntual para recordar, aunque inevitablemente, hace un par de días, sí pude pensar en mi amigo que no sabe que es poeta, en lo mucho que quiero volver a encontrarlo cuando abandonemos el encierro para poder agradecerle porque la cosa sería aún peor de lo que es si no tuviéramos la poesía. Pero sé que, cuando lo vuelva a ver, me quedaré en silencio. Porque me he acostumbrado ya al no ruido. Me he acostumbrado tanto que guardo con ansia la llegada del silencio. Porque así es como mido el tiempo desde hace poco menos de un mes. El día tiene ya solo una hora que se repite veinticuatro veces. Hice una lista de las cosas que veo desde la ventana para llevar la cuenta de los días, para poder nombrarlos. Ahora los días de la semana se llaman anciano con bolsa de pan, pájaro sacudiéndose en un cable de electricidad, carro con los vidrios polarizados pasándose el semáforo en rojo, hombre medio desnudo hablando por teléfono en el balcón, calle vacía, mujer cargando un bebé, persona caminando como si no pasara nada, policías dando vueltas. Los policías dando vueltas son los días mas largos de la semana.
Menos mal todavía puedo ver hacia afuera. Porque, aunque todo está cerrado, mis ventanas permanecen abiertas. Veo a la gente hablándose de lejos, de muy lejos, igual que siempre, pero ahora también con distancia en el cuerpo. Me viene a veces una sensación desagradable de arrepentimiento porque pienso que debí haberle puesto más empeño a intentar entender cuándo la gente me habla con señas. Ahora estoy condenada a tener que escuchar sus gritos lejanos. Aun así agradezco que se tomen la molestia de preguntarme cómo estoy. Sin embargo, sé que, cuando alguien me pregunta cómo estoy, lo que quiere saber en realidad es si aún sigo estando.
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También pensaba en lo útil que resultaría ahora, para usar el tiempo que estamos teniendo de sobra, escribir cartas y en la emoción y la energía que le dedicaríamos a esperarlas. Vaya mala suerte tener tanto que decir de este país y no tener correo para decirlo enviando cartas. Pero no quiero quejarme. Lo que quiero decirte es que hace poco sentí por primera vez un sentimiento que hasta ahora era desconocido para mí. Sentí el desamparo con toda la capacidad que tengo para sentir. Lo sentí más que cualquier otra cosa que haya sentido antes. Pero ese sentimiento también pasó y ahora estoy pensando en un lugar que me recibe. Y me entran unas ganas abrumadoras de escribirme la palabra hogar en todo el cuerpo y de terminar ya con este no pertenecer que me agota.
Cuánta ansia me invade por el día en que las puertas entre nosotros comiencen a abrirse otra vez. Aunque ahora ya no quiero lo que antes quería. Soy otra y son otros mis anhelos. Todo cambia después de dormir tan poco y despertar tanto. Todas las pequeñas certezas que tenía no las tengo más. Cada día aumentan las incertidumbres. Mi vida consiste ahora en estar esperando mientras comparto contigo los pequeños descubrimientos dentro de estas habitaciones tristemente pobladas. Y aquí, en el cuarto donde me escondo de las ruinas de este mundo, me atrevo a todo porque me he encontrado en medio del vacío y me he escuchado en el silencio. Y todo aquí adentro adquirió condición de ser vivo. Y mi cuerpo, que es muy frágil, se mueve más ahora que cuando me era posible estar afuera y podía deshabitar los lugares. Y aunque extrañe verte afuera, no me arrepiento de ninguna de las veces que elegimos quedarnos adentro. Y aunque no importa ya la respuesta, te seguiré preguntando todos los días cuánto tiempo permaneceremos aquí.
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