Un mes contra Consuelo Porras: del paro en las carreteras a manifestaciones masivas en la ciudad
Un mes contra Consuelo Porras: del paro en las carreteras a manifestaciones masivas en la ciudad
El 2 de noviembre se cumple un mes desde que las organizaciones indígenas se embarcaron en un desafío inédito: unir esfuerzos entre pueblos con diferente idioma, costumbres o dominio geográfico para convocar a un paro nacional en defensa del sistema democrático. No lograron la renuncia de cuatro funcionarios a los que les pedían dejar el cargo, pero se posicionaron como actores clave con los que el próximo gobernante y sectores empresariales se sientan a dialogar.
Todo comenzó con un llamado a bloquear las principales carreteras del país. Siete pueblos indígenas acordaron en asambleas comunitarias realizar un paro en la ruta Interamericana para exigir la renuncia de tres funcionarios judiciales por dos acciones concretas: sus esfuerzos por bloquear al candidato de oposición que ganó la presidencia y por dar cabida a la narrativa de fraude que impusieron los partidos tradicionales a pesar de no tener indicios claros.
El cambio de gobierno suena como esperanza para estas poblaciones, que tienen que sacar de sus escasos ingresos para pagar por sus propios proyectos de agua, salud y caminos porque los fondos estatales no llegan.
La decisión del paro se informó a través de un comunicado después de agotar una búsqueda de diálogo en el Congreso, manifestaciones cortas y pronunciamientos públicos. La logística del lunes 2 de octubre inició con un plantón de delegados y alcaldes de los pueblos indígenas frente a la sede del Ministerio Público, mientras que la población en general se haría cargo de tomar varios puntos carreteros de día y de noche para impedir el paso de vehículos.
En aquel momento tenían asegurado del kilómetro 110, en jurisdicción de Chupol, Chichicastenango, Quiché, hasta el 188 en el cruce conocido como Cuatro Caminos. Un trayecto vital para comunicar con siete departamentos del occidente del país, dos de los cuales tienen frontera con México. También un tramo en Santa Rosa, otros en el área Ixil, en Quiché y poco a poco fueron sumando otros apoyos.
La convocatoria coincidió con la última acción pública del MP, un allanamiento que el sábado 30 de septiembre terminó en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre fiscales y varios magistrados del Tribunal Supremo Electoral (TSE) que querían impedir el secuestro de las actas con los resultados de la primera vuelta electoral.
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Cuando inició el bloqueo nadie imaginaba que iba a durar tanto tiempo. Ni quienes manifestaban, ni los afectados que quedaron varados en la carretera, ni el gobierno, los partidos políticos o cualquier otro actor creyó que la medida pudiera extenderse por tantos días o que, como sucedió, sirviera para convocar a tantas personas hacia un mismo propósito.
El movimiento indígena inicial bloqueó por lo menos una docena de ubicaciones, pero con los días llegó a haber 142 bloqueos. La petición era simple, en apariencia: liberar el camino al son de la renuncia de la fiscal general y jefa del Ministerio Público, Consuelo Porras, el fiscal Rafael Curruchiche y el juez Fredy Orellana. En algunos puntos bloqueados también pedían la renuncia de la agente fiscal Cinthia Monterroso.
Los cuatro funcionarios son actores clave en llevar los resultados electorales al ámbito judicial, incluso cuando los resultados fueron dados como válidos y transparentes por las diferentes misiones locales e internacionales de observación y el TSE oficializó y entregó las acreditaciones a las personas electas.
Cuando no funcionó la orden judicial de suspender al partido político Movimiento Semilla, que postuló al candidato presidencial Bernardo Arévalo, intentaron arrestar a funcionarios del TSE. Cuando no lograron las capturas, pidieron autorización judicial para iniciar la persecución contra los magistrados que gozan del derecho de antejuicio.
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Lo último que hicieron fue pedir el retiro de inmunidad contra el jefe de la bancada Semilla, Samuel Pérez Álvarez, porque publicó un tuit el 18 de octubre en el que señalaba que «La Corte de Constitucionalidad le ha declarado la guerra al pueblo de Guatemala y manda el Ejército a las calles». Ese día la Corte atendió el pedido de Porras de desalojar los alrededores del MP, incluso a través de antimotines y personal del Ejército. Algo nunca antes visto en un país en donde las manifestaciones son una referencia común.
Los 31 días que cumple este paro ha dejado escenas y momentos para la historia. El bloqueo en la Interamericana se mantuvo por 19 días en el territorio de Totonicapán, y hasta 24 días en el de Sololá y Quiché. Ese paro fue familiar y social, y aunque impedía la locomoción no tuvo episodios de violencia en el Occidente del país.
La unión de los pueblos indígenas. La Junta Directiva y el Consejo de Alcaldes Comunales de los 48 Cantones de Totonicapán, la Municipalidad Indígena de Sololá, el Parlamento del Pueblo Xinca, las comunidades Indígenas Aliadas de Chichicastenango, la Municipalidad Indígena de Santa Lucía Utatlán. El Movimiento Social Q’eqchi’ de Cobán, Alta Verapaz, la Asociación Indígena de San Francisco el Alto, la Junta Directiva de Alcaldes Comunales de las 14 comunidades de San Cristóbal Totonicapán, el Consejo de Autoridades Ancestrales de los siete municipios de Totonicapán, la alcaldía indígena Ancestral Municipal Maya Ixil de Nebaj, Quiché y la Alianza de Autoridades de los Copones, de Ixcán, Quiché.
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Aunque miles de personas estaban dispuestas a permanecer bajo el sol, el frío o la lluvia en la carretera, el golpe económico del encierro también los perjudicó y sufrieron desabastecimiento e incremento en los precios de la canasta básica. Las limitaciones a la locomoción fueron perdiendo simpatía. El turismo se ausentó de espacios míticos como Panajachel, Sololá, en donde está el Lago de Atitlán y Antigua Guatemala.
Las autoridades indígenas intentaron el diálogo con el presidente Giammattei, pero la reunión no tuvo frutos. El presidente ni siquiera se atrevió a pedirle a Porras la renuncia y se limitó a decir que tiene impedimento legal para quitarla del puesto. En cambio, en sus tres mensajes grabados a la nación, intentó implantar la narrativa de que los manifestantes actuaron con vandalismo y que eran dirigidos por el partido Semilla.
Escenas de participación ciudadana, de reconocimiento al liderazgo de las organizaciones indígenas, amenazas de criminalización de los alcaldes que representan a las poblaciones ancestrales, alertas de desalojo de los bloqueos, el asesinato de Francisco Gonzalo Velásquez Gómez en Malacatán, San Marcos, víctima del comando armado que atacó a los manifestantes. Las reuniones de las autoridades indígenas con el presidente electo, Bernardo Arévalo, con empresarios a través de la mediación de la embajada de Estados Unidos.
El surgimiento del movimiento Acción por la Democracia, que unifica hacia un mismo objetivo a los representantes de las organizaciones ancestrales, al presidente electo y a un grupo de empresarios, aunque esto no incluye a la patronal Cacif, ni a la Cámara de Industria o a sectores más conservadores como la Cámara del Agro.
Aunque Porras, Curruchiche, Monterroso y Orellana siguen en sus puestos, la protesta no decae. La meta es mantener la resistencia hasta que se efectúe el traspaso de gobierno el 14 de enero. El próximo paso inició el 1 de noviembre, cuando los alcaldes indígenas apoyados por organizaciones sociales convocaron a dos días de manifestaciones masivas en la capital.
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Viaje por la democracia. De Totonicapán a la sede central del MP
Después de permanecer 19 días en la carretera, los 48 Cantones de Totonicapán decidieron que la protesta se trasladaba a la capital. Desde el 21 de octubre, las comunidades se turnan para hacer el viaje hacia un barrio histórico de la zona 1 en donde se ubica la sede central del MP.
El Barrio Gerona es una calle de dos carriles y quizá cuatro metros de ancho, con banquetas y casas de block. Concreto por todos lados, cerca de la antigua línea del tren. Luis, el alcalde de Chipuac lideró a su comunidad cuando permanecieron en la Carretera Interamericana. Un territorio de unos ocho metros de ancho bordeada por árboles, montañas, abismos cubiertos de neblina al amanecer o al final del día y cielos enormes y azules durante el día.
La noche del 21 de octubre, Luis no durmió. Seguía coordinando la travesía fuera de su territorio. Durante 19 días la comunidad viajaba 10 o 20 minutos en bus hacia la Interamericana, pero el viaje que estaban por emprender les llevaría por lo menos tres horas para recorrer 170 kilómetros.
El punto de reunión fue la esquina de una calle a las 2:30 de la mañana del domingo 22 de octubre. El Consejo de Alcaldes Comunales de los 48 Cantones acordó en sesión liberar la ruta y armar grupos de cinco comunidades para viajar a la capital y hacer un turnos de 24 horas frente al MP. El turno se repetirá cada seis semanas.
La madrugada en que inició el viaje de Chipuac había un sentimiento de incertidumbre. Aunque lo pareciera, esto no era una excursión. Un hombre llegó acompañado de su perro husky, peludo y juguetón. El animal iba dispuesto a subir al bus, pero la orden fue que se quedara fuera. Otro llevaba un banco de plástico y una sombrilla como parte de su equipaje. Una mujer llevaba una canasta de la que salía el olor de tamales de masa. Apareció el típico bus escolar, adaptado con parrilla en el techo, pintado de colores, iluminado en toda la parte frontal, la escandalosa bocina y el motor ruidoso mientras se apelmazaban sesenta almas en los angostos sillones café.
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El alcalde Luis fue el último en subir. «Ya salió Nimasac», otro cantón, informaba a sus compañeros luego de algunas llamadas telefónicas. Se colocó a la par del piloto y se agachó para ver, a través del vidrio, si por el camino iluminado por las luces del vehículo aparecían dos personas que hacían falta.
De una casa salieron unas mujeres a despedir a su pariente. «Ahí me llamas», le dijeron. Aunque el turno frente al MP es por 24 horas, el viaje suma por lo menos seis horas más de separación entre quienes se quedan y se van «a defender la democracia». El plantón frente al MP ha alejado a la fiscal Consuelo Porras del edificio. No ha pisado su oficina desde el 2 de octubre y sus allegados no quieren revelar desde dónde está trabajando, pues hasta su casa fue objeto de una protesta de personas de la capital en los primeros días del paro.
Plaza Pública acompañó el inicio del trayecto de Chipuac. Al arranque todo eran risas y bromas. «Vamos para la capital», «que renuncie Consuelo, Curruchiche y el Orellana». Se dirigían a territorio desconocido. A pocos metros hicieron una parada en el punto conocido como Alaska, en el kilómetro 169. Frío. El nombre no es en vano. La mayoría llevaba chumpas, colchas, un rebozo o una bufanda y gorra que apenas les dejaban ver los ojos. Los más valientes llevaban apenas un suéter.
A pesar del viento frío, dentro del bus se empañaron los vidrios. La respiración del grupo hizo que pronto se aclimatara el espacio. «Secretario, no se olvide de nuestra oración», gritó un hombre trabado en una fila en la que se acomodaron cinco pasajeros.
«Claro que no», le respondió de inmediato el secretario, con la vara en alto. Asignaron la oración. Un hombre encomendó al bus, al chofer y a todos los pasajeros. Le rogó a Dios la protección para el trayecto que estaban por iniciar y para el objetivo de su aventura. Un amén y el bus se puso en marcha. Por primera vez la carretera estaba libre después de semanas enteras de bloqueos. En las pasarelas el recuerdo de los reclamos que mantuvieron viva la protesta sobre el asfalto. Retratos y críticas a Porras, Curruchiche, Orellana y hasta el diputado oficialista, Allan Rodríguez, de Sololá.
Manchas de ceniza sobre el camino, como recordatorio de una fogata para tiempos gélidos. El bus rompió récord. A pesar de los retrasos, porque salió a las 3:10 de la mañana de Alaska, llegó a la ciudad en dos horas y media. Algunos pasajeros pudieron dormir, pero al anuncio de que habían llegado a la capital se espabilaron para darse cuenta de la realidad a la que ingresaban.
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El edificio color marrón claro, ocho pisos, cercado por una baranda de poco más de dos metros de altura les dio la bienvenida. Antes de las 6:00 siempre hay poca actividad en los alrededores del MP. Algunos policías hacen guardia. El primer grupo que termina el turno corre para alcanzar un buen asiento en el bus que lo llevará de regreso. Un espacio cerca de la ventana que le permita descansar. La orilla o el pasillo es un suplicio en cada curva del camino.
Los que llegan empiezan a inspeccionar la escena. Lo primero que ven es un cerco gris que custodia la policía y da espacio de hasta dos metros para que ingrese el personal de la institución. Es el acuerdo al que llegaron las autoridades indígenas con la mediación de la oficina del Procurador de los Derechos Humanos cuando Porras exigió a la Corte que forzara a los funcionarios a cumplir con liberar el acceso.
Algunas personas duermen en la acera. Se nota que son personas por la forma que sobresale entre las colchas que los cubren de pies a cabeza. La muralla que Porras mandó a colocar hace varios meses sirve ahora como un gran mural. Mantas con los nombres de las comunidades que están en lucha. «Aldea Vásquez, presente». «Por una Guatemala libre de corrupción». «¡Fuera, golpistas».
«¡Joyabaj, presente!», «Ixcán», entre otros muchos más. Uno, dos, tres toldos. Entonces había un par de cajones bajos que servían de tarima. Una bandera de Guatemala que indica la ubicación del escenario. Un perro que duerme sobre las cenizas tibias de una fogata. Un altar con flores y velas que un grupo de mujeres mantiene vivo con incienso. Un grupo de mujeres que ríe. Todas llevan gorros. Ventas de vuvuzelas, gorras, sombrillas, trípodes para celular. Porque muchas de las personas que llegan transmiten en redes sociales para sus comunidades y para los migrantes en Estados Unidos.
El toldo del voluntariado, un lugar al que acuden grupos para hacer desayunos, sopas y servir café. Una manguera a medio camino porque a esa hora les regalan agua de una casa para preparar café. Esa es solo una muestra de la hospitalidad con la que los citadinos reciben a las comunidades indígenas en resistencia.
Un toldo para almacenar las bolsas de agua. Otra señal más de las donaciones. Más mantas. Voluntarios que organizan las ayudas. Carteles con el rostro de Porras, Curruchiche y Orellana. Los dos baños portátiles que alguien rotuló con «oficina de Rafael Curruchiche» y «oficina de Consuelo Porras», para identificar cuál es para el uso de hombres y cuál para mujeres. Olor a excremento.
Una pequeña torre de babel, con tantos idiomas mezclados. Una mujer de la tercera edad, residente de la línea del tren, hace bromas subidas de tono mezcladas con el discurso contra los funcionarios corruptos. Sin quererlo, se interrumpen las charlas de los hombres indígenas y ríen. Entre los asistentes de cada comunidad también hay varias mujeres, muchas de ellas con varas que las identifican como lideresas.
El alcalde Luis se pierde entre los líderes de las otras comunidades de 48 Cantones, los de Sololá y otros pueblos que llegan y llenan la calle pública frente al MP durante el día. El día no inicia formalmente hasta que uno de los líderes toma la voz, da la bienvenida, suena el himno, y sigue una agenda que incluye oración y discursos.
Hay que reflexionar y meditar sobre el propósito de la lucha. Del por qué la defensa de la democracia los hace padecer frío, sueño, cansancio. La comida no falta, pero la calle es dura. La familia Ajpacajá, originaria de La Esperanza, Totonicapán, pero con residencia en la zona 3 de la capital, llegó temprano para servir panes y café a sus vecinos.
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«Nos contaron que venía nuestra comunidad y decidimos venir a apoyar», contó uno de los integrantes, apresurado por hacer que los recipientes calientes estuvieran cerca de la orilla del camión para facilitar el reparto. En un cartel se lee, «¡Los migrantes también somos pueblo!». La ciudad ha sido, por décadas, la primera receptora de la migración rural.
En las noches, el ambiente afuera del MP se torna en fiesta. Alguien lleva música, se suman más personas de diferentes partes del país y otras comunidades y las personas bailan y transmiten por Tiktok. En otro cartel se lee, «O te involucras y defiendes a Guatemala o resignate a ver frente a tus narices la destrucción de tu patria». Cuando decidieron liberar la carretera, Sololá también se organizó por grupos para viajar a la capital.
El 2 de noviembre se cumple el primer mes desde que los pueblos indígenas iniciaron una travesía para defender la democracia. Un concepto, una idea, un anhelo, un sistema que hasta ahora no ha funcionado bien para ellos.
Frente al MP, en medio de la tormenta política y mientras la tormenta tropical Pilar se aleja, los que no se resignan están presentes.
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