Conforme Donald Trump continúe moviendo su país hacia un régimen fascista, las esperanzas de que la institucionalidad democrática de los EE. UU., basada en un equilibrio estable entre pesos y contrapesos en las cuotas de poder, están demostrando ser una falacia amarga. Los paralelismos entre los EE. UU. de Trump y la Alemania nazi de Hitler son cada vez más intimidantes.
Las órdenes ejecutivas recientemente firmadas por Trump rayan abiertamente en el fascismo puro y duro, agresivo, racista, xenófobo, nacionalista fanático y populista. Trump prometió deportaciones millonarias, a lo que muchos reaccionaron con incredulidad. Pero por algo está allí la historia. Y si la Alemania de la década de 1930 pudo hacerlo, incluyendo el Holocausto, definitivamente con menos recursos que los que hoy tienen los EE. UU., deberíamos considerarlo un riesgo muy real.
Las esperanzas son cada vez más precarias. Por ejemplo, algunos esperan que el nombramiento de John Kelly como secretario del Departamento de Seguridad Nacional sea un motivo de esperanza. Esto, porque cuando este exmilitar estadounidense estuvo a cargo del Comando Sur conoció las realidades de la región y porque además él ha expresado opiniones que ponen en duda medidas como la del muro en la frontera sur, por lo cual podría prevenir que Trump implemente locuras para Centroamérica. Pero, como me dijo un amigo estadounidense, semejante esquema es más motivo de preocupación porque «antes exigíamos que los militares se supeditaran al poder civil, pero con Trump la esperanza es que los civiles sigan las indicaciones de un militar como Kelly». ¡Vaya esperanza!
En todo caso, en la región deberíamos estar implementando medidas de impacto inmediato y reformas estructurales para prepararnos lo mejor posible en caso de que ocurra lo peor. Sin embargo, esta necesidad urgente contrasta con las estupideces que está profiriendo Melanie Müller, a la sazón la flamante nueva secretaria de la Comisión Nacional de Atención al Migrante de Guatemala (Conamigua). En lo personal, desde ya denuncio y rechazo el nombramiento de Müller para la que es ya una posición de la más alta importancia y responsabilidad.
En lo estructural, las cifras muestran que el modelo económico prevaleciente de privilegiar las exportaciones y la inversión extranjera directa no funcionó, no está funcionando y ciertamente no es lo más adecuado para enfrentar las políticas fascistas de Trump. De hecho, este modelo demostró favorecer la marginación y la exclusión socioeconómicas al punto de que son quienes fueron expulsados, las hermanas y los hermanos migrantes, quienes desde hace ya muchos años sostienen el sector externo de las economías de los países del Triángulo Norte centroamericano.
Por eso el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi) hizo un llamado a cambiar este modelo económico promoviendo diálogos democráticos que hagan reflexionar sobre esta realidad con el objetivo de impulsar pactos sociales y fiscales que aumenten la integración centroamericana, al tiempo que se ponen en marcha sistemas económicos y fiscales más democráticos y comprometidos con el desarrollo, el crecimiento económico endógeno y el bienestar social.
Creo que los riesgos son de la mayor gravedad y que Trump ha demostrado que tiene toda la intención de cumplir sus más agresivas ofertas de campaña electoral. Esta situación reduce drásticamente el margen para errores. En lo estructural tenemos décadas de atraso. Y en lo inmediato, la flamante nueva secretaria de la Conamigua demuestra que los nombramientos y las decisiones clave están más al servicio de la vieja política que de la sensatez y la responsabilidad.
Con temor y preocupación solo espero que la tragedia que se avecina no alcance la magnitud de lo que el fascismo causó hace 85 años.
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